Encíclica del Papa Francisco sobre la fraternidad y la amistad social
El Papa Francisco continúa “adelantándose”, como propuso en la “Alegría del Evangelio”, su primer gran texto programático. Sí, “adelantarse” es tomar la iniciativa, ser el primero en dar ciertos pasos, para avanzar hacia una Iglesia y un mundo donde la fraternidad no sea solo una palabra del diccionario sino que corresponda a vidas concretas y felices.
“Todos somos hermanos y hermanas”, esto está muy claro para el Papa Francisco, como está muy claro en la vida y las palabras de Cristo hace dos mil años. Durante más de dos milenios, el mundo ha dado pasos procurando el logro de este gran objetivo. A menudo nos centramos más en lo que nos separa que en lo que nos une. Y con estas posturas arrogantes, el mundo ha construido más muros que puentes.
Con este documento, el Papa Francisco intenta dar un paso hacia un futuro de fraternidad universal. Si somos verdaderamente hermanos y hermanas, entonces la raza, el color, el país, las ideas, la religión, el club de fútbol, los gustos personales, los títulos académicos, la cuenta bancaria, el empleo, las canciones favoritas, etc. no serán las cosas más importantes de la vida, porque, en lo esencial estamos unidos, todos somos hermanos y hermanas unos de otros, sin fronteras.
Es un texto inspirador para estos tiempos de pandemia global. Publicado en Asís y en el día de San Francisco, es un signo para todo el mundo, como Francisco es un símbolo de paz y fraternidad universal. Independientemente de los ríos de tinta que haga fluir, quiero dejar clara mi posición: estoy completamente a favor. El único viaje que tiene sentido es el que nos lleva al corazón de los demás, empezando por los que piensan y rezan de forma diferente a nosotros. Dios nos creó hermanos y hermanas, y Cristo nos pidió que nos amáramos unos a otros y saliéramos al encuentro de todos, como lo hizo en las tierras de Galilea y Samaria.
Las palabras y gestos del Papa en Asís fueron tan densos, tan intensos, tan profundos, tan provocativos…. A los obispos el Papa les explica: “El título es el mensaje de Jesús que nos anima a reconocer a todos como hermanos y hermanas y así vivir en la casa común que el Padre nos ha confiado.” Esta Carta Encíclica, sobre la fraternidad y la amistad socieal, tiene como título la expresión que San Francisco de Asís utilizaba para dirigirse a todos para proponerles “un estilo de vida con sabor a Evangelio (FT 1)”. San Francisco proponía “la esencia de una apertura fraterna que nos permite reconocer, apreciar y amar a cada persona, independientemente de la proximidad física, del lugar donde haya nacido o viva”(FT1).
Francisco es un ejemplo porque sembró la paz dondequiera que fue y caminó con los pobres, abandonados, enfermos y descartados. En resumen, siempre estuvo al lado de los últimos. Tenía un corazón sin fronteras, no hacía guerras de ideas, porque pensaba que el camino correcto era vivir y compartir el amor de Dios, despertando en la gente el sueño de una sociedad fraterna.
San Francisco hizo una valiente e impensable apuesta por la gente de su tiempo: “se liberó del deseo de ejercer el poder sobre los demás. Se convirtió en uno de los últimos y buscó vivir en armonía con todos” (FT4).
La llegada de la COVID 19 da a esta encíclica su razón de ser, ya que, a pesar de tanta conectividad tecnológica, los países demuestran una incapacidad para actuar juntos.
El primer capítulo reflexiona sobre las sombras de un mundo cerrado. El segundo, con el título “un extraño en el camino”, propone una reflexión sobre la parábola del Buen Samaritano. El tercer capítulo nos invita a imaginar y generar un mundo más abierto. Luego viene la propuesta de un corazón abierto a todo el mundo y la petición de mejores políticas para alejarse del populismo y el liberalismo. Finalmente, el Papa habla del diálogo y la amistad en la sociedad, abriendo caminos para unir a los pueblos en base a la verdad, la paz y el perdón. En conclusión, el capítulo ocho pone las religiones al servicio de la fraternidad, alejándolas de todo tipo de violencia.
CURANDO EL MUNDO. CAP. I
(Las sombras de un mundo cerrado, 9-55)
“Las sombras de un mundo cerrado” es el primer capítulo de la encíclica “Fratelli Tutti”. La hermandad universal está siendo frenada por algunas tendencias del mundo actual que obstaculizan su desarrollo.
Muchas conquistas humanas están retrocediendo: “Se encienden conflictos anacrónicos que se consideraban superados, resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos.” (FT 11). Muchos gobernantes olvidan algo esencial: “El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día” (FT 11).
El mundo se está construyendo bajo el mando de intereses extranjeros y de potencias económicas que invierten sin trabas ni control, imponiendo un único modelo económico y cultural: “Esta cultura unifica al mundo pero divide a las personas y a las naciones, porque «la sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos” (FT12).
Se está sembrando desánimo y desconfianza, especialmente en las nuevas generaciones. No cuidamos bien del mundo ni de nosotros mismos. Apoyamos la cultura del desecho, considerando que parece que “partes de la humanidad parecen sacrificables en beneficio de una selección que favorece a un sector humano digno de vivir sin límites” (FT 18).
El racismo sigue vigente, aunque más disfrazado, nacen nuevas formas de pobreza, las mafias se aprovechan del miedo y la inseguridad de la gente, las mujeres tienen menos derechos que los hombres, los derechos humanos no son iguales para todos: ” Mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados” (FT 22).
Además, ” todavía hay millones de personas —niños, hombres y mujeres de todas las edades— privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud” (FT24). Debemos luchar contra todas las formas de trata de personas, por las que se trata a las personas como un medio y no como un fin. El mundo es violento; hoy estamos viviendo una ‘tercera guerra mundial’ en etapas” (FT).
En lugar de puentes, los gobiernos y los pueblos construyen ” muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas”. Y cualquiera que levante un muro, quien construya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha construido, sin horizontes” (FT 27).
El Papa cita el Documento sobre la Fraternidad Humana, escrito con el Gran Imán Al-Tayyeb: ” subrayamos que, junto a tales progresos históricos, grandes y valiosos, se constata un deterioro de la ética, que condiciona la acción internacional, y un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de responsabilidad” (FT 29).
Hemos perdido el sentido de pertenencia a una humanidad común; hemos descubierto planetas lejanos sin descubrir las necesidades urgentes de los que viven al lado; somos víctimas de la globalización de la indiferencia. Por eso, el Papa grita: ” El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí»” (FT 30).
La COVID 19 nos recordó que todos estamos en el mismo barco frente a la misma tormenta y que nadie se salva solo, sino juntos. La pandemia nos obliga a ” repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia” (FT 33). Todos nos necesitamos unos a otros.
Tratamos de impedir la llegada de otros a nuestro país mientras no ayudamos a los países más pobres, y damos cobertura a los traficantes de personas sin escrúpulos. Pero ” hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a tener las condiciones para permanecer en la propia tierra” (FT 38). Es urgente combatir “el miedo que nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro” (FT 41).
Vivimos en la era digital, pero los corazones no están todos interconectados. Hoy en día hay mucha violencia y fanatismo propagándose a través de los medios de comunicación. Necesitamos más sabiduría y menos manipulación y noticias falsas. Y además: “No debemos perder la capacidad de escuchar. San Francisco de Asís escuchó la voz de Dios, escuchó la voz del pobre, escuchó la voz del enfermo, escuchó la voz de la naturaleza. Y todo eso lo transforma en un estilo de vida.” (FT 48).
El Papa, en este primer capítulo, habla más de sombras, pero hay muchos caminos de esperanza, pues ” Dios sigue derramando en la humanidad semillas de bien” (FT 54).
El desafío del Papa es una llamada a la confianza: “Caminemos en esperanza” (FT 55)!
¿Vecino o compañero? Cap. II
(Un extraño en el camino, 56-86)
Se ha derramado mucha tinta sobre la última encíclica del Papa Francisco, ‘Fratelli tutti’, pero esto sólo muestra su importancia y el debate que ha provocado y sigue provocando. Voy a poner unas cuantas ideas más en esta hoguera…
El Papa ofrece una reflexión muy oportuna sobre la parábola del buen samaritano, un texto bíblico que ha provocado reacciones de muchos académicos, políticos, economistas y escritores, incluso de no creyentes. El Papa Francisco hace una distinción entre ser un socio (“el asociado por determinados intereses” (FT 102) y ser un vecino: “libre de todo rótulo y estructura, fue capaz de interrumpir su viaje, de cambiar su proyecto, de estar disponible para abrirse a la sorpresa del hombre herido que lo necesitaba” (FT 101). Ahora, esta es la elección que se nos invita constantemente a hacer.
El capítulo que habla del Buen Samaritano se titula “Un extraño en el camino”. El Papa nos recuerda: “al amor no le importa si el hermano herido es de aquí o es de allá. Porque es el «amor que rompe las cadenas que nos aíslan y separan, tendiendo puentes; amor que nos permite construir una gran familia donde todos podamos sentirnos en casa. […] Amor que sabe de compasión y de dignidad»” (FT 62).
Recorriendo esta emblemática parábola de Jesús, el Papa Francisco recuerda que varias personas pasaron junto a la persona golpeada por los bandidos… se fueron y no se detuvieron. El levita y el sacerdote, hombres de la ley y del templo, no se detuvieron. Pero hubo una persona que se detuvo, dando tiempo al hombre herido, evitando su muerte inminente (cf. FT63). Y el Papa se atreve a preguntarnos: “¿Con quién te identificas?” La conclusión parece obvia: ” Nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente” (FT 64).
Seguir al Buen Samaritano es un ejercicio de ciudadanía responsable, que da vida al bien común: con sus acciones, el Buen Samaritano demostró que “la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro” (FT 66).
Debemos mirar a los demás más que a nosotros mismos, superando el egoísmo y el individualismo que caracterizan a estos tiempos: “No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida”” (FT 68).
Hoy en día hay muchos heridos por ahí. Muchos se sienten excluidos, abandonados y heridos por el camino. Constantemente se nos invita a elegir si queremos ser buenos samaritanos o viajeros indiferentes de paso.
En pocas palabras, el Papa explica que hay dos tipos de personas: ” las que se hacen cargo del dolor y las que pasan de largo; las que se inclinan reconociendo al caído y las que distraen su mirada y aceleran el paso” (FT 70).
La historia del Buen Samaritano siempre se repite. Jesús ” confía en lo mejor del espíritu humano y con la parábola lo alienta a que se adhiera al amor, reintegre al dolido y construya una sociedad digna de tal nombre” (FT 71).
Hay muchas maneras de pasar al otro lado, desde el egoísmo hasta la indiferencia. Pero el texto dice algo que nos molesta: la gente que pasaba era religiosa. Esto demuestra que “el hecho de creer en Dios y de adorarlo no garantiza vivir como a Dios le agrada” (FT 74).
Los que pasan se convierten en aliados de los que atacaron al hombre en el camino. A menudo nos sentimos como la persona herida, arrojada al borde del camino en nuestras vidas. Nuestra actitud debe ser la de un cristiano responsable: ” Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos.” (FT 77).
Hacer el bien implica no esperar agradecimiento, porque, como dice el Papa, ” Todos tenemos responsabilidad sobre el herido que es el pueblo mismo y todos los pueblos de la tierra. Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, la actitud de proximidad del buen samaritano” (FT 79).
Finalmente, debemos mirar la petición de Jesús: “ve y haz lo mismo”. No tenemos alternativas, pues los cristianos reconocemos al propio Jesús en cada hermano abandonado o excluido” (FT 85).
Y queda una importante orientación pastoral: ” la catequesis y la predicación incluyan de modo más directo y claro el sentido social de la existencia, la dimensión fraterna de la espiritualidad, la convicción sobre la inalienable dignidad de cada persona y las motivaciones para amar y acoger a todos” (FT 86).
Abriendo mundos al mundo. Capítulo III
(Pensar y gestar un mundo abierto, 87 – 127)
El Papa Francisco, en “Fratelli Tutti”, sostiene que no es posible “experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar” (FT 87). El mundo debe abrirse más, mejorando los índices de hospitalidad. También dice que “la altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor, que es «el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana»” (FT 92).
Es urgente salir hacia las periferias, algunas muy cercanas a nosotros, incluso en nuestras propias familias. Debemos prestar atención a los preocupantes signos de racismo, “un virus que muta fácilmente y en lugar de desaparecer se disimula, pero está siempre al acecho” (FT 97). Debemos prestar especial atención a los “exiliados ocultos”, como las personas discapacitadas y ciertos ancianos que no cuentan en las sociedades competitivas, exitosas y lucrativas.
La globalización no puede moldear a todas las personas por igual, ya que ” destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo” (FT 100). El futuro de la humanidad tiene muchos colores, aprovechando la riqueza de la diversidad. Debemos superar un mundo de socios para construir un mundo de hermanos cercanos, inspirados en la parábola del Buen Samaritano, que, “libre de todo rótulo y estructura, fue capaz de interrumpir su viaje, de cambiar su proyecto, de estar disponible para abrirse a la sorpresa del hombre herido que lo necesitaba” (FT 101).
La igualdad y la libertad son valores importantes, pero sin la fraternidad añaden poco o nada interesante a la humanidad: “Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia” (FT 106).
El crecimiento genuino e integral es una condición necesaria para promover el bien moral. La solidaridad comienza en “las familias, que constituyen el primer lugar en el que se viven y se transmiten los valores del amor y de la fraternidad, de la convivencia y del compartir, de la atención y del cuidado del otro. Ellas son también el ámbito privilegiado para la transmisión de la fe” (FT 114). El arte de cuidar debe estar siempre presente, como la máxima expresión de la solidaridad: “el servicio es, en gran parte, cuidar la fragilidad” (FT 115).
Es necesario luchar contra “las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales” (FT 116). Y, por supuesto, debemos comprometernos con una ecología integral que nos obligue a “cuidar la casa común” (FT 117).
El Papa Francisco también trata el tema de la propiedad en profundidad. La Doctrina Social de la Iglesia dice que el derecho a la propiedad privada está siempre sujeto al destino universal de los bienes (cf. FT 123) y las sociedades deben ” garantizar que cada persona viva con dignidad y tenga oportunidades adecuadas a su desarrollo integral” (TF 118).
El desarrollo debe ser sostenible y sostenido. Debe asegurar «los derechos humanos, personales y sociales, económicos y políticos, incluidos los derechos de las Naciones y de los pueblos». (FT 122).
Las relaciones internacionales deben cambiar la forma en que entiende el intercambio entre países: ” Si toda persona tiene una dignidad inalienable, si todo ser humano es mi hermano o mi hermana, y si en realidad el mundo es de todos, no importa si alguien ha nacido aquí o si vive fuera de los límites del propio país” (FT 125). A los países más ricos y desarrollados se les pide que no aplasten a los más pobres, sino que les ayuden a vivir con dignidad, garantizando ” el derecho fundamental de los pueblos a la subsistencia y al progreso” (FT 126).
El Papa Francisco concluye este tercer capítulo con la esperanza de un futuro mejor: “Es posible anhelar un planeta que asegure tierra, techo y trabajo para todos. Este es el verdadero camino de la paz, y no la estrategia carente de sentido y corta de miras de sembrar temor y desconfianza ante amenazas externas. Porque la paz real y duradera sólo es posible «desde una ética global de solidaridad y cooperación al servicio de un futuro plasmado por la interdependencia y la corresponsabilidad entre toda la familia humana” (FT 127).
Y este último documento del Papa Francisco va mucho más allá. De “un corazón abierto a todo el mundo” llegaremos a reflexionar sobre “la mejor política”. Debemos superar las falsas convicciones que presentan al emigrante como un usurpador que no tiene nada que ofrecer, al pobre como peligroso o inútil, mientras que los poderosos son generosos benefactores (cf. TF 141). Volveremos a esto…
Política con amor. Cap. IV
(Un corazón abierto al mundo entero, 128-153)
“Un corazón abierto al mundo entero” es el tema del capítulo IV de “Fratelli Tutti”. Al establecer los límites de las fronteras que el mundo ha erigido, el Papa es claro: ” Nuestros esfuerzos ante las personas migrantes que llegan pueden resumirse en cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar” (FT 129). Debemos ofrecer a los migrantes la posibilidad de un nuevo desarrollo (cf. FT 134) porque, ” si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer” (FT135).
También debe haber un intercambio fructífero entre los países, porque la ayuda mutua para todos beneficia y aumenta la convicción de que ” hoy o nos salvamos todos o no se salva nadie” (FT 137), porque todo está interconectado. Al acoger a las personas, es urgente cultivar la generosidad fraternal evitando el comercio calculado e inhumano. Los inmigrantes no pueden ser catalogados como usurpadores que no ofrecen nada. A menudo se piensa que “los pobres son peligrosos o inútiles y que los poderosos son generosos benefactores” (FT 141). Cuanto más acogedora y abierta es una sociedad, más sanas son las culturas basadas en valores universales que se pueden generar. Y el Papa Francisco deja claro que ” Hoy ningún Estado nacional aislado está en condiciones de asegurar el bien común de su propia población” (FT 153).
Se necesitan mejores políticas, “puestas al servicio del verdadero bien común” (FT 154). Las decisiones adoptadas en favor de las políticas populistas y liberales están teniendo un efecto negativo en la vida de las personas porque, “en ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más débiles y que respete las diversas culturas” (FT 155).
El trabajo es lo mejor que un gobierno puede ofrecer a sus ciudadanos, porque garantiza a todos una vida digna y un compromiso con la construcción de una sociedad.
El mercado no resuelve todos los problemas y la especulación financiera sigue causando estragos. El Papa recuerda: ” La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado… tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos” (FT 168).
Francisco nos advierte que ” siglo XXI «es escenario de un debilitamiento de poder de los Estados nacionales, sobre todo porque la dimensión económico-financiera, de características transnacionales, tiende a predominar sobre la política” (FT 172). Para evitar este riesgo, es necesario reformar la ONU para que “se dé una concreción real al concepto de familia de naciones” (FT 173). La fraternidad universal y la paz social requieren una buena política que no esté sujeta “a la economía y esta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia” (FT 177).
La lucha contra la corrupción debe ser implacable. Y sólo hay grandeza política “cuando, en tiempos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo” (FT 178). La caridad social es el alma de un orden social y político sano, en la búsqueda del bien común: “la caridad está en el centro de toda vida social sana y abierta” (FT 184). Los políticos deben ayudar a los pobres, pero también “cambiar las condiciones sociales que les causan sufrimiento (…) creando puestos de trabajo, ejerciendo una sublime forma de caridad que ennoblezca su acción política” (FT 187). Tienen que ocuparse de los más débiles, de los que son víctimas de violaciones de los derechos humanos.
“Estamos todavía lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos” (FT 189). El Papa condena el hambre criminal, las toneladas de alimentos que se están echando a perder y el tráfico de personas que es una “vergüenza para la humanidad que la política internacional no debería seguir tolerando” (FT 189).
La intolerancia fundamentalista también es el objetivo del Papa Francisco, ya que daña las relaciones entre las personas, los grupos y los pueblos y no permite que se escuchen las diferentes voces. El Papa hace una petición: “Que no nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de realidad” (FT 191). El odio y el miedo forman parte del fundamentalismo.
La política es un arte de amar, fortaleciendo “las reservas de bien que hay en el corazón del pueblo, a pesar de todo” (FT 196). Los políticos deben dejarse vencer por la ternura causada por los pobres y frágiles de nuestro mundo. No debemos mirar los resultados tangibles, sino la fecundidad de la intervención política: “si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso ya justifica la entrega de mi vida” (FT 195).
Quedan muchas preguntas, algunas de ellas dolorosas: “¿Qué hice para el progreso de nuestro pueblo? ¿Cuánta paz social he sembrado” (FT 197)? El Papa desarrolla su reflexión proponiendo el diálogo como un camino de amistad social.
Voces de varios colores. Capítulos V-VI
(La mejor política, 154-197; diálogo y amistad social, 198-224)
El diálogo implica “Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto” (FT 198). Es una tarea difícil pero decisiva, sobre todo porque los desacuerdos y los conflictos son mucho más noticia.
El diálogo es un puente, establece un punto intermedio “entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta” (FT 199). También es necesario evitar cualquier forma de poder manipulador: “económico, político, mediático, religioso o de cualquier género” (FT 201).
Los puntos de vista de los demás deben respetarse siempre para que haya un auténtico diálogo social. En términos sociales, se debe invertir mucho en el debate público que es “un permanente estímulo que permite alcanzar más adecuadamente la verdad, o al menos expresarla mejor” (FT 203).
Los medios de comunicación nos ayudan a sentirnos más cerca de los demás. Y en esta era de las tecnologías de la información y las redes sociales, “Internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos” (FT 205). Pero está la otra cara de la moneda y ” no podemos aceptar un mundo digital diseñado para explotar nuestra debilidad y sacar afuera lo peor de la gente” (FT 205).
Buscar el consenso es un gran objetivo: ” Aceptar que hay algunos valores permanentes, aunque no siempre sea fácil reconocerlos, otorga solidez y estabilidad a una ética social” (FT 211).
La fe es un valor añadido para los creyentes. ” Para los creyentes, esa naturaleza humana, fuente de principios éticos, ha sido creada por Dios, quien, en definitiva, otorga un fundamento sólido a esos principios” (FT 214)
Se cita a Vinicius de Moraes como evocador de la importancia de crear una nueva cultura: ” La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida” (FT 215). El Papa vuelve a su repetida imagen del poliedro que ” representa una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones.” (215).
La paz social es muy laboriosa y requiere práctica. La paz no se logra en la comodidad de los despachos, sino en las dificultades y riesgos de la vida cotidiana: ” Lo que vale es generar procesos de encuentro, procesos que construyan un pueblo que sabe recoger las diferencias. ¡Armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo! ¡Enseñémosles la buena batalla del encuentro!” (FT217)!
Nadie puede ser excluido; las periferias también tienen algo que ofrecer, porque la experiencia y la historia demuestran que ” tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada” (FT 219).
Debemos tener siempre esta profunda y probada convicción de que ” Pero ningún cambio auténtico, profundo y estable es posible si no se realiza a partir de las diversas culturas, principalmente de los pobres” (FT 220).
Hay contravalores que es urgente desterrar de las prácticas sociales. Uno de ellos es el individualismo consumista, responsable de muchos abusos. El mundo debe cultivar la amabilidad, pues es esencial no herir a los demás con palabras o gestos considerados ofensivos. Más bien, “decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan, en lugar de palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian” (FT223).
En una sociedad que va a gran velocidad, la gente no parece tener tiempo para gestos simples pero esenciales. El Papa nos recuerda que “hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”. Debemos valorar las expresiones de amabilidad que crean un buen ambiente y generan felicidad. El Papa Francisco concluye: “cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes” (FT224).
Debemos abrir caminos para encontrarnos. ¡Podríamos saciar mucha sed de esta manera!
Corazones que se abrazan. Capitulo VII
(Caminos de reencuentro)
El Papa Francisco es claro y directo: ” En muchos lugares del mundo hacen falta caminos de paz que lleven a cicatrizar las heridas, se necesitan artesanos de paz dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia” (FT 225).
Es necesario abrir “caminos de un nuevo encuentro”. Es necesario atreverse a “recomenzar desde la verdad”, pues sólo desde este punto de vista “se podrá hacer un esfuerzo amplio y perseverante de comprensión y de búsqueda de una nueva síntesis para el bien de todos” (FT 227), sin olvidar nunca que “la verdad es compañera inseparable de la justicia y de la misericordia” (FT 227).
Francisco está convencido de que la reconciliación y la construcción de la fraternidad requieren saber lo que ha sucedido: “La verdad significa contar a las familias desgarradas por el dolor lo que sucedió a sus parientes desaparecidos (…) La verdad significa reconocer el dolor de las mujeres víctimas de la violencia y del abuso. La fraternidad sólo tendrá lugar cuando se rompan las cadenas de la violencia, ya que “la violencia engendra violencia, el odio engendra más odio, y la muerte más muerte” (FT 227). La venganza no resuelve nada y “el perdón es precisamente lo que permite buscar la justicia sin caer en el círculo vicioso de la venganza ni en la injusticia del olvido” (FT 252).
Los caminos pueden ser difíciles de recorrer, pero es evidente que ” sólo puede lograrse cuando luchamos por la justicia a través del diálogo, persiguiendo la reconciliación y el desarrollo mutuo” (FT 229).
Las teorías pueden ayudar en la construcción social de un país, pero nada reemplazará el compromiso práctico: “Las grandes transformaciones no son fabricadas en escritorios o despachos (…) Hay una “arquitectura” de la paz, donde intervienen las diversas instituciones de la sociedad, cada una desde su competencia, pero hay también una “artesanía” de la paz que nos involucra a todos” (FT 231).
No hay paz sin justicia, y este es un indicador importante: ” Quienes pretenden pacificar a una sociedad no deben olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz (FT 235). Y nunca se debe olvidar al menor de nuestros hermanos y hermanas, los descartados y los más frágiles.
Otros temas importantes son el perdón (que “no implica olvido” (FT 250)) y la reconciliación, valorada por el cristianismo y muchas religiones. El Papa deja claro que “Jesucristo nunca invitó a fomentar la violencia o la intolerancia.”, ya que “el Evangelio pide perdonar setenta veces siete” (FT 238). Hay luchas legítimas por la defensa de los derechos y la dignidad, pero “la clave está en no hacerlo para alimentar una ira que enferma el alma personal y el alma de nuestro pueblo” (FT 242), aun sabiendo que ” no es tarea fácil superar el amargo legado de injusticias, hostilidad y desconfianza que dejó el conflicto” (FT 243).
La historia muestra lo difícil que es curar la violencia, pero ” la verdadera reconciliación no escapa del conflicto sino que se logra en el conflicto, superándolo a través del diálogo y de la negociación transparente, sincera y paciente” (FT 244). El olvido nunca debe proponerse. “La Shoah no debe ser olvidada nunca” (FT 247), ni “los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki” (FT 248), ni ” las persecuciones, el tráfico de esclavos y las matanzas étnicas” (FT 248), para no volver a cometer atrocidades de esta magnitud. Pero “es muy sano hacer memoria del bien” (FT 249).
Finalmente, el Papa Francisco se ocupa de dos temas candentes: la guerra y la pena de muerte. ” la guerra es la negación de todos los derechos y una dramática agresión al ambiente” (FT 257). Tras el descubrimiento de las armas nucleares, químicas y biológicas, se destruyó la lógica de una posible guerra justa, dado su poder destructivo: ” ya no podemos pensar en la guerra como solución, debido a que los riesgos probablemente siempre serán superiores a la hipotética utilidad que se le atribuya”… ¡Nunca más la guerra!” (FT 258). El Papa no tiene dudas de que ” Toda guerra deja al mundo peor que como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política y de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal. (…) Preguntemos a las víctimas” (FT 261).
Y aquí viene la gran propuesta: ” con el dinero que se usa en armas y otros gastos militares, constituyamos un Fondo mundial para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres” (FT 262).
La pena de muerte también está en el punto de mira: “Hoy afirmamos claramente que ‘la pena de muerte es inadmisible’ y la Iglesia se compromete con determinación para proponer que sea abolida en todo el mundo” (FT 263). Hay que luchar por unas condiciones dignas en las prisiones y por la abolición de la cadena perpetua, “una pena de muerte oculta” (FT 268).
Es necesario seguir a Isaías que anunció: “Con sus espadas forjarán arados” (FT 270). La fraternidad sólo puede establecerse mediante la unión de los corazones.
La fraternidad de los creyentes. Cap. VIII
(Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo, 271-287)
El Papa Francisco tiene una larga experiencia en el diálogo ecuménico e interreligioso y no duda de que “Las diferentes religiones… ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” (FT 271). Nuestra contribución específica como creyentes es la de creer en un “fundamento único”: “Como creyentes, estamos convencidos de que, sin apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas y estables para apelar a la fraternidad” (FT 272).
Nuestra experiencia de fe iluminada y vivida, acumulada a lo largo de milenios, nos da la convicción de que “hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades” (FT 274). Y la historia también nos dice que aprendemos de innumerables debilidades y caídas.
Vivimos en tiempos marcados por la exclusión de la dimensión religiosa del foro público. El Papa Francisco nos pide que revisemos esta actitud porque, según él, “no puede admitirse que en el debate público sólo tengan voz los poderosos y los científicos”. Debe haber un lugar para la reflexión que procede de un trasfondo religioso que recoge siglos de experiencia y de sabiduría” (FT 275).
En cuanto a la misión de la Iglesia, el Papa recuerda al mundo que, más allá de los ámbitos de la asistencia social y humanitaria y de la educación, la Iglesia “busca la promoción de las personas y la fraternidad universal” (FT 276). Y debe cumplir su misión sin excluir a nadie, pues es “una casa con las puertas abiertas, porque es madre” (FT 276).
Se valora el diálogo con las otras religiones porque hay mucho de verdadero y santo en ellas. Pero tenemos algo específico que dar al mundo: “Pero los cristianos no podemos esconder que «si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados‒enviados. Si la música del Evangelio deja de sonar en nuestras casas, en nuestras plazas, en los trabajos, en la política y en la economía, habremos apagado la melodía que nos desafiaba a luchar por la dignidad de todo hombre y mujer” (FT 277). Reconocemos la riqueza de otros que beben de otras fuentes.
Normalmente los documentos pontificios terminan con una referencia a María. Aquí viene primero: ” Para muchos cristianos, este camino de fraternidad tiene también una Madre, llamada María. Ella recibió ante la Cruz esta maternidad universal (cf. Jn 19,26) y está atenta no sólo a Jesús sino también «al resto de sus descendientes” (cf. Ap 12,17). Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz” (FT 278).
Francisco vuelve al tema candente y actual de la libertad religiosa y pide a los líderes políticos de todo el mundo, donde los cristianos son una minoría, que se les dé libertad de culto y de misión. Esta misma libertad también debe ser favorecida para los creyentes de otras religiones en países con mayoría cristiana. Todo esto porque ” Hay un derecho humano fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz; el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones” (FT 279).
La unidad dentro de la Iglesia es también una condición de fraternidad: ” unidad que se enriquece con diferencias que se reconcilian por la acción del Espíritu Santo” (FT 280).
La religión nunca va de la mano de la violencia. Pero abre espacios comunes de solidaridad: ” los creyentes necesitamos encontrar espacios para conversar y para actuar juntos por el bien común y la promoción de los más pobres” (FT 282). Y debe quedar claro que ” la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales sino en sus deformaciones” (FT 282). De ahí la urgencia de detener “el apoyo a los movimientos terroristas a través del suministro de dinero, armas, planes o justificaciones y también la cobertura de los medios, y considerar esto como crímenes internacionales que amenazan la seguridad y la paz mundiales. Tal terrorismo debe ser condenado en todas sus formas y manifestaciones” (FT 283).
Dios no necesita que nadie lo defienda en su nombre, y todo líder religioso debe ser un auténtico mediador, ” un artesano de la paz, uniendo y no dividiendo, extinguiendo el odio y no conservándolo, abriendo las sendas del diálogo y no levantando nuevos muros” (FT 284).
Fratelli Tutti termina con una Oración al Creador y una Oración Cristiana ecuménica. El mensaje final del Papa es claro: “En nombre de Dios y de todo lo que se ha dicho hasta ahora, [declaramos] la adopción de la cultura del diálogo como camino; la cooperación mutua como código de conducta; la comprensión recíproca como método y norma” (FT 285).
El mundo necesita referencias y el Papa nos pide que miremos las vidas de Luther King, Desmond Tutu, Gandhi y Carlos de Foucauld. Son luces brillantes para nuestros días.
Tony Neves CSSp, en Roma