Todavía recuerdo el olor mojado de la Navidad, del abrigo vestido, de las luces brillantes, reflejo de la interioridad de aquellos que viven por el espíritu del mayor amor.
Aquí es verano, el sol alumbra la magia de las sonrisas y de las lágrimas compartidas entre las visitas y las invitaciones a quedarse un poco más. El sol quema el paisaje y deja traslucir la humanidad de un pueblo no olvidado sino luchador, deja resplandecer el corazón y el alma de todos los que me reciben, de todos los que me llegan.
Aquí no siento el olor de los pinos verdes, ni el humo de la chimenea encendida. Aquí el olor es de gente humana y humilde que comparte todo lo que tiene contigo. Vivo rodeada de gente que, con el testimonio de sus vidas, hacer crecer la mía y juntos somos más de Dios. Un olor de espera y esperanza de que el mañana, aunque con dificultades, será mucho mejor que el hoy y una voluntad enorme de seguir adelante, sonriendo. Huela como la cocina no de quien prepara una gran cena, sino su corazón para recibir a Jesús.
Tengo tanto que aprender de ellos.
Me dejo todos los días conmover con el testimonio de sus vidas. Vidas compuestas por personas de carne y hueso, personas sin tener nada lo comparten todo, que me moldean las lágrimas y las sonrisas desde la aurora al atardecer. Personas que me tocan el corazón y me transforman. No desearía una Navidad diferente a esta, aquí encontré la familia que Dios soñó para mí. Esta Navidad sólo deseo ser refugio de los corazones que andan en busca de paz, en busca de Dios.
Y es que, a veces, olvidamos que la verdadera esencia de la Navidad y de nuestra vida está en el reconocimiento diario de que nuestra vida es un don y que, lo que hacemos de él, debería ser una opción diaria por el amor.
En esta Navidad olvida los regalos con grandes envoltorios y dónate, como tiempo para vivir y compartir con los que amas y busca el perdón junto a aquellos que han sido a lo largo del año un desafío para ti. Por aquí caminaré de casa en casa a visitar a aquellos que son y dan vida a mis días.
En esta Navidad que tu mesa sea abundante, no de una cantidad interminable de dulces, sino de amor, esperanza, cariño y unión. En esta Navidad, déjate ser luz en la vida de los demás y agente de reconciliación y paz. Déjate pertenecer y poblar por todos los que amas y que juntos puedan agradecer el don de la vida. En esta Navidad, permite que tu corazón humilde sea la cuna donde renacerá Jesús.
Es Navidad dondequiera que existe el coraje de soñar, donde existe la osadía de mantener despiertos los sueños de los ojos cerrados. Que la certeza del silencio interior te inspire a vivir un descubrimiento de Dios en ti, en los demás y en el mundo.
En esta Navidad, haré como hago todos los días y llevaré lo mejor de mí a Milagros y a sus hijos, a Marcelina, a Celia, a María, a Valentina, a Ariana y a sus hermanos, a Martin, a Luís y a tantos otros a los que mi corazón ardientemente me llama.
Votos de una Santa y Feliz Navidad
Con amor y gratitud,
Neuza Francisco, LMC Peru