¡Un regalo de Dios que nos ha permitido ampliar y mejorar nuestra mirada a la obra de Dios desde la gracia! Este Curso de Misionología donde pude participar entre los días 21 y 26 de agosto en Fátima fue un regalo de Dios para mí. Una iniciativa de los responsables de los Institutos Misioneros Ad Gentes (IMAG), con el apoyo de las Obras Misionales Pontificias (OMP). En esta formación pude ver los océanos cruzarse y unirse en un solo punto: desde la silla donde estaba sentada podía enriquecerme y enamorarse más por este ser de Cristo. Con una platea de cerca de 60 participantes de 4 continentes – Portugal, Italia, Filipinas, Colombia, Brasil, Guinea-Bissau, Timor Oriental, Angola, Mozambique, Congo, entre otros países. Una semana en que los colores se mezclaron y fundieron para aprender y compartir este “Ser Misionero” en la actualidad. Conmigo estaban en comunidad Mario Breda, Ana Raposo, Maria José Martins y Luis: ¡qué rica fue también nuestra experiencia tanto como comunidad, como en el compartir con los otros participantes!
El Curso fue muy rico en término de contenidos. Comenzamos el día 21 (lunes) abordando La misión en el Evangelio de San Mateo, con Mons. Antonio Couto, Obispo de Lamego. Y D. Antonio Couto nos presentó el primero de los libros del Nuevo Testamento a través de sus vínculos con el Antiguo Testamento. Nos presenta un Evangelio de Perdón: donde Mateo, un cobrador de impuestos, se convierte a Jesucristo por el perdón que éste concede a todos los hombres. En todo el Evangelio de Mateo están patentes 5 discursos (en analogía al Pentateuco del Antiguo Testamento): Discurso de la Montaña, Misionero, de las Parábolas, Eclesial y Escatológico. Quiero destacar el discurso Misionero (Mt 10, 6-10): “lo que de gracia recibisteis, dadlo de gracia” (Mt 10, 8). Gracia – la figura maternal bíblica, la mirada (materna) que podemos tener sobre cada uno. Mons. Antonio apeló a que, como misioneros, debemos tener esta “pausa y bienestar en la música de nuestra vida para que sepamos dejar el Espirito Santo hablar” y subrayó la importancia de ser misioneros “siempre abiertos a la sorpresa y desde la sensibilidad”.
Los cristianos tienen una misión vital: ¡Sí!, estamos llamados a servir a la humanidad de nuestro tiempo, confiando únicamente en Jesús, dejándonos iluminar por su Palabra”: “No fuisteis vosotros los que me habéis elegido, sino yo que os he elegido y destinado, para que vayáis y deis frutos y vuestros frutos permanezcan. ¡Cuánto tiempo perdido, cuanto trabajo atrasado, por no advertir este punto! Todo se define a partir de Cristo, en cuanto al origen y a la eficacia de la misión: la misión la recibimos siempre de Cristo (…) (en homilía del Papa Benedicto XVI, Oporto, 14 de mayo de 2010).
El día 22 viajamos por la historia del Cristianismo a lo largo de los siglos; un viaje con el Dr. José Eduardo Franco como guía – El Cristianismo y la Globalización: Estado, Iglesia y Misión en la época moderna y contemporánea. Pudimos entender que la historia no es pasado, sino presente. Es ella la que hace cada presente. Y en este viaje entendimos el papel del pueblo portugués a través de sus descubrimientos por mares nunca antes navegados para la Misión y Evangelización de la Iglesia Cristiana; y aún más: que esta misión fue, a lo largo de los tiempos, constructora de la globalización que actualmente alcanza su auge. En este viaje visitamos la imagen de Dios y de la Iglesia desde el siglo I – un Dios territorial de Isaac y de Jacob, el hombre actúa sólo mediante la voluntad de Dios -, pasando por la diseminación del Cristianismo por los discípulos y por los misioneros que acompañaban los viajes de la época de los Descubrimientos y llegando, por fin, hasta los días de hoy. Actualmente entendemos que el Evangelio pide una Misión inculturada: un hacerse griego con los griegos, romano con los romanos (San Pablo), aprovechando el Cristianismo aquello que cada cultura tiene de excelencia. El Evangelio debe llevar a la humanización y, de esta forma, el Misionero es el constructor de una humanidad nueva, que llega a todos por la vía, no de la imposición, sino de la credibilidad.
Proseguimos el día 23 con el tema de la Espiritualidad Misionera contando con la Dra. Teresa Messias como oradora. ¿Y qué es esto de la Espiritualidad? Algo que no se reduce a la vivencia cristiana, sino una dinámica de todo ser. Todos la tenemos en cuanto seres animados con deseo de autotranscedencia, de realizarnos, de ser felices. Hablamos concretamente de esta Espiritualidad Cristiana que tiene que ser siempre Misionera. Una Espiritualidad que me libera y que tiene un sentido escatológico, es decir, que no acaba. Citando a la Dra. Teresa Messias ni en el cielo la experiencia de Dios tiene fin. Entendimos la Trinidad como fuente de misión, en la relación Yo-Cristo-El otro.
Misión no es sólo hacer cosas; no es salir de un lugar; es ser persona; es una posibilidad de ser vida y generar vida en el otro y en la humanidad; es vaciarse, la kenosis de que habla Pablo. (Dra. Teresa Messias).
Vimos a este Dios Misión, un Dios que también se vacía cuando nos da a su Hijo, un Dios Parentalidad, que no es sólo Padre, sino también Madre, y sólo así es fecundo. Un Dios que no sólo da, sino que también acoge a su Hijo, también recibe. Esto tiene traducción en mi ser misionero: quien sólo sabe dar, no sabe amar. Es necesaria esta capacidad de recibir.
Así, la Espiritualidad Misionera requiere desinstalarse – vaciarme, “Siendo rico, se hizo pobre por vosotros, a fin de que os enriquezcáis por su pobreza” (2Co 8, 9) -, Confianza – en la providencia divina que sólo se obtiene en la oración, en la escucha, en la lectura de los signos de Dios, “aspirad a las cosas de lo alto y el resto os será dado por añadidura” (Col 3,1-4) – e Inculturación – bajar a cada cultura para encontrar la novedad de Cristo.
Reflexionamos sobre la misión cristiana, sus potencialidades y dificultades. Identificamos la necesidad de un éxodo continuo, de la descentralización de la Iglesia en sí misma – la Iglesia no se predica a sí, no se sirve a sí y no se orienta en sí, sino girada hacia Cristo. La Misión no es un fin en sí misma y una iglesia autorreferencial no es Iglesia de Cristo. Terminamos el día reflexionando sobre cuál es mi misión, en su dimensión personal, irrepetible, personalizante y carismática del seguimiento de Jesús. Y la respuesta es un camino procesal: requiere oración y escucha y sólo en ellas comprendo lo que Dios va queriendo, lo que Él me va proponiendo para cada día.
El día 24 nos regalaron la sabiduría y tranquilidad de las palabras del Padre Adelino Ascenso con un enfoque artístico sobre la Literatura y la teología: la ficción de Shūsaku Endó. Me quedaría allí escuchando sus palabras durante días: palabras sabias, fruto de una experiencia inimaginable en Japón, en el contacto con el pueblo y con el profundo silencio del Tíbet donde el único sonido audible era el tiritar de sus propios dientes, así fue el frío sentido. Comenzó por hacer un abordaje de la literatura japonesa y de sus tradiciones, una cultura del escondite, del silencio, de la armonía, de la triple insensibilidad frente a la muerte, por ejemplo. Vimos con perspectiva histórica la llegada del Cristianismo a Japón y es aquí donde entra Shūsaku Endō con su obra literaria de romances, entre ellos “El silencio”. Endō luchó toda su vida con cuestiones relacionadas con su fe, especialmente con la forma de ser simultáneamente japonés y cristiano. Esta lucha está patente en sus obras con temas que pueden contribuir a la elaboración de una nueva imagen de Cristo y del cristianismo en Japón. De esta forma, a lo largo del día, el Padre Adelino estableció un puente entre la realidad del Cristianismo en Japón y la novela “El silencio” (película que tuvimos oportunidad de ver al final del día), hablando sobre la apostasía, el silencio de Dios en los diversos momentos de la vida y esta salvación de los apóstatas (y de todos los hombres, independientemente de sus creencias). Dotado de una capacidad gran artística al expresarse, el Padre Adelino terminó con algunas palabras que mi cuaderno grabó:
“La iglesia no tiene a Cristo. Su presencia no se confina a la Iglesia aunque sea en ella que se aprende a entender la presencia de Él fuera de ella”.
“Sólo se puede conocer a Dios a través de sus heridas” (cita que parte de la obra de Tomas Halik, Mi Dios es un Dios herido)”.
“El silencio no es la ausencia de palabras, sino un murmullo de Dios más allá del silencio”.
Ya casi al término del Curso, el día 26, tuvimos con nosotros a fray José Nunes que nos abordó el Diálogo Interreligioso. En este día profundizamos sobre la evolución de la comunicación entre religiones a lo largo de los tiempos. Vimos que hoy la Iglesia frente a las otras religiones propone un diálogo fecundo, basado en el aprecio y respeto por ellas. Vemos hoy que las religiones son “vías de salvación”, no por sus credos, sino porque confieren a cada ser un sentido de vida. Hay mucho en común entre todas las religiones.
“(Las tradiciones religiosas de la humanidad) merecen la atención y estima de los cristianos, y su patrimonio espiritual es una invitación eficaz al diálogo, no sólo acerca de los elementos convergentes, sino especialmente sobre aquellos en que difieren” (Documento Diálogo y Misión).
A la par de estos días de reflexión y visión de la historia del Cristianismo y de revisión de este Ser Misionero Cristiano, tuvimos momentos de compartir en grupo y de reflexión sobre los diversos temas. Momentos muy ricos de compartir cada cultura, de crecimiento personal y como comunidad cristiana.
Una semana también pincelada por la belleza de Eucaristías multiculturales, donde los tonos de piel se fundían y pintaban el cuadro de la Fiesta del Señor, donde resonaba la música en varias lenguas y donde la danza llenaba el altar.
Todos estos días inspiradores, de gran aspiración a la vocación misionera, me emocionaron y me llenaron el corazón por todo el camino que la humanidad ha hecho mientras peregrina en esta Obra divina que es el Mundo, el Universo. Orgullosamente misionera con todos aquellos allí presentes, me sentía enviada con esta llama que sólo Dios inflama. Dios nos envía. Citando al Padre Adelino Ascenso en su discurso final: más que “ir y enseñar”, a esta iglesia misionera Dios le proclama:
“Id y escuchad”.