Os deseamos una Santa Navidad
y un Año Nuevo 2021 lleno de gran pasión misionera
“No temáis: os anuncio una gran alegría, que será para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor”
(Lucas 2, 10-11).
Queridos hermanos
Se acerca la Navidad y nos preparamos para recibir a Dios que viene. El anuncio de los ángeles resuena en los cielos y en la tierra. Es una proclamación clara e inconfundible que trae alegría y esperanza: Hoy os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor. Esta proclamación es para nuestro Hoy y es para todo el pueblo de Israel y para todos los pueblos de la tierra.
Sin embargo, toda la humanidad está experimentando una situación crítica y difícil que afecta a todos sin distinción. Todos sentimos el peso y el sufrimiento de esta pandemia que ha puesto al descubierto nuestras debilidades y limitaciones, revelado nuestros miedos y cambiado nuestro comportamiento. Entre las víctimas, hay también un buen grupo de nuestros hermanos que han experimentado el sufrimiento e incluso la muerte. ¡Realmente estamos todos en el mismo barco y seguimos en alta mar! A pesar del dolor y el desconcierto, no faltan gestos concretos de caridad y solidaridad para estar cerca del pueblo. En esta realidad oscura y al mismo tiempo llena de luz, hemos sido desafiados a leer los signos de los tiempos y lugares con los ojos de la fe y a descubrir la presencia de Dios en todo.
Es en este contexto de sufrimiento y desconcierto que estamos llamados a vivir con fe la Navidad este año 2020. En lugar de decir como tantos que no habrá Navidad, sentimos una profunda necesidad de celebrarla y de estar despiertos para recibir a Dios en nuestro mundo y vivir este acontecimiento con un espíritu de humildad y de oración contemplativa. Viene todos los días y en todas las circunstancias, viene sin cansarse, como una Luz que brilla en nuestra oscuridad para permitirnos ver la realidad con una mirada positiva y nueva. Se hace presente en la debilidad de nuestra carne para asegurarnos que es en ella donde se revela su poder salvador. Se acerca a la humanidad herida para sanarla y para estimular en todos el deseo de hermandad. Aparece como el amanecer de un nuevo día que derrota el miedo y abre a la esperanza. Fijando nuestra mirada en el Niño-Dios de Belén nos damos cuenta de que todo lo humano es tocado por su Presencia, muchas veces escondida en los pliegues de la historia. Él es realmente el Emmanuel. Al permitirnos envolvernos en el misterio de la Encarnación nos llenaremos de asombro y gratitud.
Durante su visita a Belén, Comboni se conmovió al contemplar el lugar donde nació Jesús: “entré, y aunque el nacimiento es más alegre que la muerte, quedé más conmovido que en el Calvario, al pensar en la condescendencia de un Dios que se humilló hasta el punto de nacer en ese establo” (S 111). También nos conmovemos con su presencia en nuestra vida diaria y en medio de los pueblos entre los que vivimos. El nacimiento del Niño-Dios nos impulsa a descubrirlo en las personas, especialmente en los más pobres y descartados, y a recorrer los caminos de la Vida con ellos. Se nos invita a romper la cáscara de la indiferencia y el individualismo, a construir una fraternidad abierta en la que cada persona sea reconocida, amada y apreciada más allá del lugar del mundo en el que nació o en el que vive (cf. Fratelli tutti 1). La contemplación del Verbo hecho carne nos lleva a la conversión, a elegir estilos de vida sencillos y a centrarnos en lo Esencial.
La difícil situación en la que nos encontramos es una llamada a estar atentos a los signos de Dios en la historia para encontrar nuevos caminos para la misión. La contemplación de la Encarnación de Dios nos hace conmovernos de gratitud y asombro y abrirnos a la solidaridad y al compromiso apasionado en favor de los hermanos más pobres y abandonados tras las huellas de San Daniel Comboni.
Queremos vivir esta Navidad junto con toda la humanidad, dejándonos mover por el amor que emana de la gruta de Belén y nos hace ser signos de alegría y esperanza. Que la Virgen María, que vivió de manera especial la espera del Salvador y lo acompañó desde su nacimiento hasta la cruz, nos guíe en nuestro camino, a menudo difícil, y nos transforme en testigos creíbles de la Salvación traída por Jesús.
Os deseamos una Santa Navidad y un Año Nuevo 2021 lleno de gran pasión misionera caminando hacia el XIX Capítulo General.
El Consejo General MCCJ