La verdadera alegría nace del amor. Sólo cuando nos atrevemos a vivir por amor permitimos que Dios nazca en nosotros haciendo de nuestro corazón su pesebre. Sólo cuando creemos en el misterio de Jesús somos verdaderamente felices. La alegría brota de un corazón que poco a poco se ha ido y se va enamorando por Dios. Reconocer que Dios existe es tener la certeza que jamás caminamos solos y la alegría de saber que Él camina con nosotros y transforma diariamente nuestras vidas. El camino no es tan simple como las palabras que decimos, es exigente. Exige esfuerzo por nuestra parte, exige que nos coloquemos en camino, exige que salgamos de nosotras y como María y José caminemos hasta la Galilea de nuestros corazones en busca del mejor lugar para renacer junto a Jesús. Porque Jesús está vivo y viene a nosotros.
Como María tenemos muchos miedos, inquietudes y temores, pero inspiradas por su ejemplo, decimos nuestro sí cada día. María al aceptar ser madre renunció a todo lo que había planeado para cumplir la voluntad de Dios en sí. A pesar de no estar en los planes de María ser la elegida de Dios para ser madre de Jesús, ella aceptó. Como María entregamos nuestra vida en las manos de Dios.
San José nos inspira a acoger el proyecto que Dios tiene para nosotros a pesar de las dificultades y desafíos. Para San José no fue fácil comprender que María estaba embarazada del hijo de Dios. Hasta pensó en dejarla secretamente pero cuando el ángel le habló él se entregó completamente.
La familia de Nazaret nos enseña a vivir en comunidad. María y José, como comunidad, supieron vivir la encarnación de Dios en sus vidas. No es fácil seguir la voluntad de Dios en comunidad pero ellos comprendieron que cuando Dios nos llama, tocando nuestro corazón, nuestra vida nunca más será la misma. Nuestro sí abre puertas a muchas otras maravillas, no sólo en nuestras vidas sino también en las vidas de otras personas. Ellos encontraban en la oración el coraje que necesitaban para llevar la misión de forma alegre y confiada. En los momentos de oración abrimos las puertas de nuestro corazón y de nuestra casa para que Dios venga y diariamente nos diga cuál es el camino a seguir. La oración es la base de la comunidad y es a través de ella que consagramos todas nuestras vidas al Señor.
“Vivamos esta Navidad, recordemos que tal como dice José Tolentino Mendonça “el pesebre somos nosotros, es dentro de nosotros que Jesús nace”. Preparemos nuestro corazón y nuestras vidas para ser la casa donde Jesús se prepara para renacer.
Paula y Neuza. LMC en Perú.