Laicos Misioneros Combonianos

El Padrenuestro según San Cipriano

Jesus
Jesus

Un comentario a Lc 11, 1-13 (17º Domingo Ordinario, 28 de julio 2019)

La oración del Padrenuestro es la síntesis de las enseñanzas de Jesús.Hace tres años, cuando leíamos esta lectura, compartí con ustedes el comentario que hace Simone Weill. Este año les comparto algunas reflexiones de San Cipriano.

Hablar con el Padre

“El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a los suyos –dice el Evangelio- y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando padre suyo al Dios que está en el cielo”. ..

Pero este nombre no debe pronunciarse en vano. Puesto que “llamamos Padre a Dios, tenemos que obrar como hijos suyos, a fin de que él se complazca en nosotros, como nosotros nos complacemos en tenerlo como Padre. Sea nuestra conducta cual conviene a nuestra condición de templos de Dios, para que se vea de verdad que Dios habita en nosotros. Que nuestras acciones no desdigan del Espíritu”. (Breviario, Semana XI ordinaria)

Venga tu Reino

“Pedimos que se haga presente en nosotros el reino de Dios, del mismo modo que suplicamos que su nombre sea santificado en nosotros. Porque no hay un solo momento en que Dios deje de reinar, ni puede empezar lo que siempre ha sido y nunca ha dejado de ser”.

“Pedimos a Dios que venga a nosotros nuestro reino que tenemos prometido, el que Cristo nos ganó con su sangre y su pasión, para que nosotros, que antes servimos al mundo, tengamos después parte en el reino de Cristo, como él nos ha prometido, con aquellas palabras: Venid, benditos de mi Padre, a tomar posesión del reino que está preparado para vosotros desde la creación del mundo” (id.)

Hágase tu voluntad...

“No en el sentido de que Dios haga lo que quiera, sino de que nosotros seamos capaces de hacer lo que Dios quiere”.

“Nadie puede confiar en sus propias fuerzas, sino que la seguridad nos viene de la benignidad y misericordia divina”. El mismo Jesús se mostró débil (Padre mío, si es posible, que pase este cáliz), pero dio ejemplo de anteponer la voluntad de Dios a la propia (No se haga mi voluntad sino la tuya).(id)

Perdona nuestras ofensas

Cada  día pecamos, como nos recuerda San Juan: Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos. Si confesamos nuestros pecados, fiel y bondadoso es el Señor para perdonarnos.   

“Dos cosas nos enseña esta carta: que hemos de pedir perdón de nuestros pecados, y que esta oración nos alcanza el perdón”.

“El Señor añade una condición necesaria e ineludible que es a la vez un mandato y una promesa, esto es, que pidamos perdón de nuestras ofensas en la medida en que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, para que sepamos que es imposible alcanzar el perdón que pedimos de nuestros pecados si nosotros no actuamos de modo semejante  con los que nos han hecho alguna ofensa”. (id)

P. Antonio Villarino, Bogotá

El color del amor

LMC Peru
Peru

Quizás nuestra idea de la misión y el mundo sea todavía un poco color de rosa, de hecho, para mí, la misión es un arco iris de colores, emociones, momentos y aprendizaje. La misión es más que el vasto cielo azul que abrazo todos los días al principio y al final de mi día, es más que el marrón de la arena del desierto que cubre el suelo. Es más que el verde del paisaje de algunos árboles que luchan por mantenerse verdes, y el gris de los días de niebla que cubren los volcanes. La misión es una inmensidad de colores. Es del color de las caras lo que me hace sonreír y es el color de las historias que escucho durante horas y horas todos los días y me recuerdan la materia simple y humilde de la que estamos hechos, es del color de todos los corazones lo que llegan y me enséñame que es posible amar más. Es del color de las sonrisas, los abrazos, las lágrimas es del color del paisaje natural y humano. La misión diaria de seguir con ellos es tan vasta, tiene tantos colores.

Peru

Entre los muchachos que me llaman en la calle y en el jardín de infancia, y con quienes comparto la alegría de ser niña una y otra vez, entregándome a ello sin miedo. A los ancianos que bailan libremente cuando vienen a conocernos, y permítanme decirles que para muchos, somos su única familia. Historias reales de superación y lucha. A las familias cuando nos reunimos para compartir el todo, que es suma individual de las partes porque es en este medio entre unos y otros que nos encontramos y nos entregamos sin premisas ni condiciones, solo porque sí. Es en las visitas diarias que encuentro un verdadero significado para mi caminar y veo los colores de mi mundo aquí y ahora. Aquí, en esta pequeña villa, es donde cada día se vive la verdadera experiencia de ser yo, en la esencia de los colores que tengo dentro y de todos aquellos que me permito ver en el mundo.

Os confieso que a menudo me permito ser moldeada por ellos, moldeada por su experiencia de vida y de Dios, que me permito observar horas y horas lo que son y lo mucho que me enseñan, que me permito salir de mi para aprender de ellos. Siempre tuve la certeza dentro de mí de que no me llamaban para nada más que para amar. Amar a esta gente, esta cultura y sus costumbres. Amar, en sus múltiples perspectivas, en la caída, en el error, en el ascenso y con la esperanza de ser la mejor versión de mí misma todos los días. Y aunque haya pasado más de un año sigo aprendiendo de ellos todos los días, aprendemos juntos. Y así, cada día descubro otro color dentro y fuera de mí, en este intercambio de vidas, historias y rostros, descubro cada día el color del amor.

Peru

P.D. El amor no tiene un solo color, ¡el amor siempre será del color que quieras!

Con amor y gratitud,

Neuza francisco, LMC

La hospitalidad fecunda

Mesa
Mesa

(Comentario a Lc 10, 38-42 (XVI Domingo ordinario, 21 de julio del 2019)

El domingo pasado ya comenté este pasaje por haberme equivocado en la fecha. Pero ahora aprovecho para comentarlo desde otro ángulo, dado que cada vez que comentamos un texto bíblico nos quedamos en una de sus varias dimensiones. Por eso, si el domingo pasado me fijé en la queja de Marta por quedarse sola en el retiro, esta vez les invito a fijarse en su capacidad de acogida como discípula.

La hospitalidad de Marta como la de Abrahán

Este texto de Lucas se lee en la liturgia del domingo, después de haber leído (como primera lectura) el episodio de Abrahán que acoge en su casa a tres viajeros que le anuncian que Sara, su mujer, tendrá un hijo a pesar de ser anciana.

Los dos textos nos enseñan que la hospitalidad, la acogida del otro (en el que está presente Dios), da una fecundidad que el mero ajetrearse, preocuparse y agitarse no da. No por mucho angustiarse logra uno aumentar un centímetro de su estatura, comenta Jesús en otro lugar… Y si el Señor no cuida la casa, en vano trabajan los albañiles, dice un salmo.

Un amor que se apodera de uno

Por otra parte el Cantar de los cantares nos dice que, cuando uno encuentra el amor de su vida, “lo abraza y no lo suelta hasta meterlo en la casa de su madre” (Ct 3, 1-4). En este sentido la experiencia de María con Jesús es la de un amor total, que hace irrelevantes las demás cosas, es el tesoro valioso por el que alguien está dispuesto a venderlo todo.

¿Por qué me distraigo en tantos pequeños amores y no me agarro con todas mis fuerzas al amor de Dios? Ese amor es el que da sentido a todo lo que somos y hacemos. Sin ese amor todo se convierte en un agitarse sin sentido.

María está a los pies de Jesús como discípula que se deja amar y enseñar. De la misma manera nosotros acudimos a la Eucaristía como discípulos que nos dejamos amar por el Señor y acogemos con total disponibilidad su enseñanza para aprender de él a ser hijos.

Al acoger a Jesús en nuestra casa, en nuestra vida, nos ponemos a sus pies para aprender de él, para sabernos amados por él y así es como podemos volvernos fecundos y misioneros para un mundo que necesita su Palabra.

P. Antonio Villarino

Bogotá

¿Por qué me dejan solo/a?

Marta
Marta

Un comentario a Lc 10, 38-42 (XV Domingo Ordinario, 14 de julio de 2019)

Lucas nos cuenta hoy que, en su camino hacia Jerusalén, Jesús entró en un pueblo, que la tradición conoce como Betania. Allí fue acogido en su casa por una mujer llamada Marta, que, al parecer, era muy activa, dinámica y servicial, poniendo su gran capacidad de trabajo al servicio de Jesús y, seguramente, de sus discípulos, ya que Jesús no andaba nunca solo. Mientras Marta se afanaba, María estaba tranquila, a los pies del Maestro, escuchando con mucha atención todo lo que él decía. Todo parecía marchar bien hasta que Marta, harta de cargar con toda la responsabilidad del servicio, explotó: ¿No te importa que mi hermana me deje sola? Conocemos la respuesta de Jesús: “Marta, Marta, te preocupas de muchas cosas… pero María ha escogido la mejor parte”.

Se pueden hacer muchas reflexiones sobre este episodio. Seguro que ustedes ya han escuchado varias cuando se lee este evangelio en la Misa, en algún retiro o en cualquier otra ocasión. Por mi parte, sólo quisiera detenerme un momento en la queja de Marta:

“¿No te importa que mi hermana me deje sola en la tarea?”

¡Cuántas veces uno tiene la sensación de quedarse solo en una tarea! ¡Qué sensación de injusticia y amargura! Nos duele que se nos deje solos en un trabajo, en una responsabilidad. Nos duele cuando nos dejan solos en casa o cuando volvemos solos y nadie nos espera.

Como si a los demás no les importase ni se diesen cuenta de lo mucho que estamos haciendo o de su importancia…

A veces servimos a nuestra familia, nuestra comunidad o los compañeros de trabajo y lo hacemos con generosidad, pero fácilmente nos deslizamos hacia el afán de protagonismo, la necesidad de ser reconocidos. Entonces ya no importa el bien que hacemos, sino que nos reconozcan. Cuando eso no sucede, nos cargamos de amargura. Por eso nos quejamos cuando los compañeros no nos toman en cuenta, el superior no nos valora, el esposo o la esposa parece no darse cuenta de lo mucho que trabajamos o dan por descontado nuestro servicio, como si simplemente fuera nuestra obligación.

En esos momentos, como la Marta del evangelio, olvidamos que solo una cosa es necesaria: amar gratuitamente. Olvidamos la gratuidad del amor. Olvidamos escuchar, ser discípulos, ser esposos amantes, ser padres amorosos, hijos obedientes, compañeros amigos… Nos convertimos en “maestros” y “patronos”, nos colocamos en el centro… casi ocupando el lugar de Dios.

El evangelio de hoy nos recuerda que servir es importante, pero también que acoger a alguien en la propia casa es, entre otras cosas: sentarse, escuchar, contemplar, percibir los signos de  Dios… Y no olvidemos que, en mi esposo o esposa, en mis hijos, en mis compañeros de comunidad está hoy Jesús que necesita de mi servicio, pero también de mi capacidad de escucha y contemplación, es decir, de un amor gratuito.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Encuentro de formación – Misión hoy: ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? La iglesia en acción.

LMC Portugal
LMC Portugal

El fin de semana del 18 y 19 de mayo, el grupo de formación LMC se reunió para la reunión mensual, con el siguiente tema: “Misión hoy: ¿cómo? ¿Por qué? ¿Para qué? La Iglesia en acción”.

Aunque el grupo fue más reducido de lo habitual, la reunión fue bastante rica y con mucho contenido. Iniciamos con una gran pregunta: “¿Por qué la misión?” Las distintas respuestas llegaron a la misma conclusión, el amor de Jesucristo que nos lleva a ir más allá. Y para recordar que Jesús fue el primer misionero, el tema continuó con el pasaje del Camino de Emaús, en el que los discípulos desanimados reconocen en Jesús como “Aquel” que hacía arder sus corazones cuando hablaba.

Además de los pasajes, también profundizamos un extracto de la Encíclica Redemptoris Missio del Sumo Pontífice Juan Pablo II sobre la validez permanente del Mandato Misionero, que refleja las palabras clave sobre el significado de la Misión y del ser Misionero. En esta enciclica, el Papa Juan Pablo II invita a la iglesia a renovar su compromiso misionero, revelando que “La misión es un problema de fe, es la medida exacta de nuestra fe en Cristo en su amor por nosotros“.

Después del almuerzo del sábado, visitamos la casa de las Hermanas Misioneras Combonianas, que compartieron algunas de sus experiencias, testimonios y vida misionera.

Después de este momento, continuamos con el tema y pasamos a la lectura de la Nota pastoral de la Conferencia Episcopal Portuguesa para el Año Misionero y el Mes Misionero Extraordinario, que invita a todos los cristianos a vivir un año de encuentro constante con Jesucristo. En estado permanente de misión; Vivir la misión y la renovación misionera.

Esa noche vimos la película “Francisco y Clara”, una película que nos hizo reflexionar sobre sus vidas de lucha por el amor a Jesucristo y la dedicación a los marginados.

El domingo comenzó con una hermosa dedicación a la Madre, Maria Reina de las Misiones, celebrando la primera oración del día, junto a su imagen fuera de la casa. Después del desayuno, hasta la Eucaristía, estudiamos un extracto de la Exhortación Apostólica Evangelli Gaudium y nos pusimos en contacto a través de una video-llamada con los laicos Pedro Nascimento y Carolina Fiúza, quienes compartieron su testimonio desde que llegaron a Etiopía. Y terminamos esta reunión, llena de frutos, en la Eucaristía con la certeza de que salimos en la alegría de Jesucristo que nos hizo y nos quiere misioneros, todos los días y en todos los lugares.

LMC Portugal

Mónica Silva