Un comentario a Jn 1, 35-42; (II Domingo del Tiempo Ordinario; 14 de enero 2017)
Después de su famoso prólogo, Juan introduce una serie de testigos que encuentran a Jesús: Juan el Bautista, Andrés, Pedro, Felipe y Natanael. Hoy el texto nos habla de los tres primeros: Juan, Andrés y Pedro. Su testimonio nos sirve para ilustrar el proceso por el que las personas se encuentran con Jesús como Maestro de sus vidas. Yo quisiera resaltar los siguientes elementos:
• Se parte de una búsqueda. Andrés y Simón (como Natanael y Felipe) eran probablemente discípulos del Bautista, que se distinguía por su austeridad y por proclamar la necesidad de un gran cambio (conversión) en la vida del pueblo, con la esperanza de ver al Mesías. Juan y sus discípulos no estaban conformes con el mundo tal como estaba y levantaban los ojos al cielo en busca de una respuesta a su oración, a su inquietud y a su esperanza. De hecho, Jesús les pregunta: ¿Qué buscan? Esa pregunta se le hace a quien busca algo. Al que está satisfecho, al que no busca nada, es inútil proponerle algo. Si uno no está en búsqueda, nunca encontrará a Jesús.
• El Espíritu Santo inicia el movimiento de respuesta, haciéndole comprender a Juan quien era Jesús y que en Él estaba la respuesta a sus inquietudes. Como en cualquier encuentro de amor, no basta con buscar; es necesario estar abierto a lo inesperado, tener el corazón disponible, aceptar el regalo de un encuentro, que no depende totalmente de nosotros mismos, sino que nos supera.
• La acción del Espíritu actúa en, desde y con el testimonio de otras personas cercanas por lazos familiares, trabajo o sintonía espiritual y humana: El Bautista orienta a Andrés y a otro discípulos; Andrés a Simón; en el mismo pueblo se encuentra Felipe; éste transmite la experiencia a Natanael… Se establece una onda expansiva de testimonios, que afecta a un número cada vez más grande de personas.
• La Escritura (la lectura asidua de la Biblia) actúa como trasfondo de esperanzas, referencias y criterios. La lectura regular de la Biblia es como “el caldo de cultivo”, la atmósfera en la que el encuentro se produce.
• Hay un tiempo de convivencia y diálogo con el mismo Jesús, que probablemente se refiere, no tanto a un encuentro fugaz, como a todos los meses pasados con Él, caminando por los pueblos de Palestina y escuchando los mensajes, participando en sus acciones y luchas, contagiándose del amor que Él tenía por el Padre y por su Reino. Cuando uno se involucra en las causas de un amigo termina aumentando la amistad. Lo mismo sucede con Jesús.
Ojalá este año litúrgico que estamos comenzando sea una buena oportunidad para incrementar nuestra amistad con Jesús.
P. Antonio Villarino
Bogotá