“La alegría del evangelio llena los corazones y las vidas de todos los que se encuentran con Jesús. Aquellos que aceptan su oferta de salvación son liberados del pecado, la tristeza, el vacío interior y la soledad. Con Cristo, la alegría nace constantemente de nuevo. Deseo alentar a los fieles cristianos a embarcarse en un nuevo capítulo de evangelización marcado por este gozo”. (Evangelii Gaudium, 1)
¡Hoy es un día alegre!
Es domingo de Gaudete. Gaudete es la palabra latina para regocijarse, y este domingo estamos llamados a pausar nuestro Adviento para recordar la alegría y la anticipación de la Redención Prometida. En la primera antífona de la misa de hoy podemos escuchar “Regocíjate en el Señor siempre. Lo diré de nuevo: ¡Alégrate!” (Filipenses 4, 4). Estas palabras deberían acompañarnos en cada momento, en cada situación, incluso si a veces no es tan fácil.
Y para nosotros como LMC también es otra razón para alegrarnos hoy. El año pasado, en la asamblea internacional LMC en Roma, se decidió que el tercer domingo de Adviento será el día de nuestra fiesta, donde también podemos reunirnos con otros miembros de la Familia Comboniana y celebrar juntos.
Este día puede ser muy inspirador para nosotros como misioneros. En la exhortación apostólica del Papa Francisco “Evangelii Gaudium” pudimos leer muchas veces cómo se conectan la alegría y la misión.
En primer lugar, debemos recordar la fuente de la alegría. La verdadera alegría cristiana es diferente de la que ofrece el mundo. Proviene del encuentro personal con Jesucristo, que tiene que renovarse todos los días, sin falta. La presencia de Dios en nuestras vidas y su amor incondicional fortalece esta alegría. Los cristianos tenemos que ser personas llenas de alegría e irradiarla. No podemos mantener esta alegría solo para nosotros. Estamos llamados a compartirla con otros, para que pueda llegar a todos, especialmente a los más pobres y abandonados que pueden no haber experimentado muchas cosas buenas en sus vidas. Esta es la base de la misión en cada lugar donde estamos.
En la homilía del comienzo del Mes de la Misión Extraordinaria, el Papa Francisco pronunció hermosas palabras sobre este tema. Tal vez algunas de ellas ya las hayan escuchado, pero aun así es bueno volver a leerlas y repensarlas: “¿Podemos nosotros, que hemos descubierto que somos hijos del Padre celestial, guardar silencio sobre la alegría de ser amados, la certeza de ser siempre amados a los ojos de Dios? Ese es un mensaje que mucha gente está esperando escuchar. Y es nuestra responsabilidad. Preguntémonos: ¿qué tan buen testigo soy?
Pecamos por omisión, es decir, contra la misión, cada vez que, en lugar de difundir alegría, nos consideramos víctimas o pensamos que nadie nos ama ni nos comprende. Pecamos contra la misión cuando cedemos a la resignación: “No puedo hacer esto: no estoy preparado para eso”. ¿Cómo puede ser? Dios te ha dado talentos, ¿pero te crees tan pobre que no puedes enriquecer a una sola persona? Pecamos contra la misión cuando nos quejamos y seguimos diciendo que todo va de mal en peor, en el mundo y en la Iglesia. Pecamos contra la misión cuando nos convertimos en esclavos de los temores que nos inmovilizan cuando quedamos paralizados al pensar que “las cosas nunca cambiarán”. Pecamos contra la misión cuando vivimos la vida como una carga y no como un regalo, cuando nos ponemos a nosotros mismos y a nuestras preocupaciones en el centro y no a nuestros hermanos y hermanas que esperan ser amados”.
Hoy es un hermoso día de celebración, unidos con todos los demás LMC de todo el mundo. Pero también es un buen día para reflexionar personalmente y compartir en los grupos:
- ¿Qué tipo de persona soy? ¿Alguien que parece que regresa de un funeral? ¿O alguien cuya vida resplandece de fervor porque recibió la alegría de Cristo?
- ¿Cómo me invita Dios a volver a la fuente de mi alegría?
- ¿Cómo estoy nutriendo la fuente de mi alegría, mi relación con Jesús?
- ¿Estoy viviendo mi vida cotidiana de manera que permita que la bondad del Evangelio llegue a los demás?
Mientras reflexionamos sobre estas preguntas, tengamos en cuenta que una señal segura de que el Evangelio se está proclamando y dando fruto es si la alegría está presente (Evangelii Gaudium # 21). Que todos nuestros servicios estén repletos de la alegría del Evangelio enraizado nuestros encuentros personales con Jesús.