Laicos Misioneros Combonianos

Visita a la APAC de Santa Luzia

LMC Brasil

Tengo la oportunidad de estar visitando una Asociación de Asistencia a los Condenados, APAC, em Santa Luzia, que básicamente es un centro de detención carcelario, pero no cualquier centro de detención. ¿Acaso tienen privilegios? No ¿Acaso tiene inversión de ricos y poderosos? No. Es un centro vaciado en la propuesta del Dr. Mario Ottoboni: Nadie es irrecuperable.  Eso es evangelio puro.

Ya, en la primera impresión da para percibir cosas muy diferentes: Uno de los detenidos es el portero de un centro de detención con 120 “criminales”, él tiene la llave de la entra principal y también de la entrada al centro de los regímenes cerrado y semiabierto.  Ahora, después de entrar parece que esos “criminales” tienen un rostro diferente, entre muchas cosas: paz, alegría, bondad, arrepentimiento, caridad, deseos profundos y sinceros de recuperación.

Aquí, nadie es criminal, todos son RECUPERANDOS, palabra tan precisa, acertada y necesaria como paso de inicio para querer ayudad a aquel que algún día se equivocó no vuelva más a los mismos lugares. Juan 8, 11 “Respondió ella: Nadie, Señor”.  Le dijo entonces Jesús: “Ni yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar”

Ciertamente hay un método, el método APAC, para trabajar seriamente en la reinserción do recuperando en la sociedad.

Por la gracia de Dios, junto con Alejo Ramirez LMC hace más de 20 años, ayudamos en un proyecto relámpago de interpretación de textos en español, para que algunos de los detenidos puedan hacer la prueba del ENEM, con la que pueden hacer alguna carrera universitaria desde la APAC.  Por el momento continúan los planes para trabajar durante todo el año 2020 con proyectos de mayor alcance humano y social.

Estar em medio de hombres que pudieron haber hecho cualquier clase de barbarie, pero que quieren cambiar de vida, algunos de ellos sin educación formal, buscando todos los días estudiar, trabajar, pintar y formarse en algunos oficios es muy valioso y más que valioso, es solo el poder del Espíritu Santo y la misericordia de Dios que nunca es merecida pero siempre incondicional, en un clima de normas muy estrictas junto con la familia del detento y la sociedad del lugar.

Agradezco a Dios por la oportunidad de poder abrazar y ver en los ojos de aquellos hombres, que al mismo tiempo están agradecidos, siempre la alegría que llegamos una vez más a visitarlos.  Si Dios cree en la humanidad, ¿quién que somos nosotros para no creer?

Alejandro, LMC

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