Las tentaciones de los agentes pastorales
Las tentaciones de los agentes pastorales
“Siento una enorme gratitud por la tarea de todos los que trabajan en la Iglesia… tengo que decir, en primer lugar y como deber de justicia, que el aporte de la Iglesia en el mundo actual es enorme. Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuantos cristianos dan la vida por amor…(76)
Las tentaciones que particularmente HOY afectan a los agentes pastorales:
- Una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y distensión que lleva a vivir las tareas como un mero apéndice de la vida, como si no fueran parte de la propia identidad. Las consecuencias son: el individualismo, una crisis de identidad y la caída del fervor. (78)
- Debido a los embates de la cultura mediática y de ciertos ambientes intelectuales algunos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad… terminan con una obsesión por ser como todos y por tener lo que los demás tienen y se ahoga así la alegría misionera. (79)
- Se desarrolla un relativismo práctico que lleva a actuar como si Dios no existiera, decidir como si los pobres no existieran, trabajar como si quienes no recibieron el anuncio no existieran. (80)
- Temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica y escape de cualquier compromiso que le pueda quitar a uno su tiempo libre. (81)
- Las actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin espiritualidad terminan por cansar y a veces enfermar. (82)
- “Gris pragmatismo” de la vida cotidiana de la Iglesia. Todo parece proceder con normalidad pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. (83)
- El pesimismo estéril que niega la alegría del evangelio. Los males del mundo y de la Iglesia se vuelven excusas para reducir la entrega y el fervor y no desafíos para crecer. (84)
- Una consciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. (85)
- Es verdad que hay lugares donde se ha producido una desertificación espiritual: sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas, países donde hay una resistencia violenta al cristianismo, a veces la propia familia o el lugar del trabajo… pero es precisamente ahí donde estamos llamados a ser “personas cántaro” que dan de beber a los demás (86)
- Otras actitudes fruto de la mundanidad espiritual:
- Cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia.
- Una fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas.
- Vanagloria y un afán de mostrarse a sí mismo en una densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas. (95)
- El soñar con planes apostólicos expansionistas y bien dibujados, diciendo con frecuencia….”habría que”, olvidando que la historia de nuestra Iglesia es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa. (96)
- Quien ha caído en esta mundanidad mira a su prójimo de arriba y de lejos, descalifica a quien le cuestione, destaca los errores ajenos, se obsesiona por la apariencia, no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. (97)
QUÉ HACER para no caer en la mundanidad espiritual:
El evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro del otro, con su presencia física que interpela con su dolor y sus reclamos, con su alegría que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho carne es inseparable del don de si, de la pertenencia a la comunidad, del servicio de la reconciliación con la carne de los otros. (88)
Una parada obligada
Toca ahora una parada obligada.Toca ahora un ejercicio de autoevaluación.Toca a cada uno/a un ejercicio de sinceridad, de reconocerse o no tentado en este sentido...
¿Hay alguna de estas tentaciones que tiene fuerza en tu vida?
Tómate tu tiempo para reflexionarlo y para compartirlo con el grupo, la comunidad...
Y una vez compartido... toca volverse con sinceridad al Señor, mirarlo a los ojos y pedir su mano para seguir caminando.