La Alegría del Evangelio y La Alegría de Evangelizar
La Alegría del Evangelio y La Alegría de Evangelizar
En esta exhortación el Papa Francisco comparte con toda la Iglesia su sueño y nos invita a soñar con él y a hacer realidad este sueño: una Iglesia pobre al lado de los pobres y una Iglesia no autorreferencial sino dialogante con el mundo de hoy y portadora de sentido y de alegría. El Papa Francisco quiere “alentar” y orientar en toda la Iglesia una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo”.
El tema de la alegría es muy actual.
Decía Friedrich Nietzsche hace mucho tiempo, hablando de los cristianos: “siempre vuestros semblantes han sido más perniciosos para vuestra fe que nuestros argumentos. Si ese alegre mensaje de vuestra biblia estuviese escrito en vuestros rostros no se necesitaría exigir tan confiadamente fe en la autoridad de ese libro”
La EG es una respuesta profunda a este gran desafío: superar la forma moderna de un Cristianismo autorreferencial, forma que corresponde al mundo global triste e insolidario, con el que convive y al que se adapta, sin afectarlo e incluso muchas veces alentándolo consciente o inconscientemente y que se ha abstenido de llevar la alegría en el rostro de la Iglesia y que como resultado ha producido la inmensa y honda tristeza de la corrupción, el escándalo, el prejuicio de los débiles e inocentes.
1. La alegría del evangelio
“La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús: quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la consciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. Esa no es la opción de una vida digna y plena, ése no es el deseo de Dios para nosotros, ésa no es la vida del Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado”.
“Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”
“Al que arriesga, el Señor no lo defrauda, y cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba con los brazos abiertos”.
¡Nos hace tanto bien volver a Él cuando nos hemos perdido!... Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros que nos cansamos de acudir a su misericordia”.
“No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase”.
En los libros del AT se ha anunciado la alegría de la salvación, alegría que se volvería desbordante con la llegada del Mesías. El Evangelio invita continuamente a la alegría, ¿por qué no entrar también nosotros en ese río de alegría?
Pero el Papa Francisco no es un eufórico ingenuo… alejado de la realidad, que vive en las nubes, y le falta al respeto a los que pasan por circunstancias muy duras y dolorosas. Sabe bien que no siempre se puede vivir la alegría de la misma manera, pero cree que la alegría “siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo”. Como no comprender la tristeza fruto de graves dificultades, sin embargo poco a poco hay que permitir que vuelva al menos un destello de alegría, fruto de “una secreta pero firme confianza, aún en medio de las peores angustias”.