
Espiritualidad Comboniana
Objetivo del tema:
Tratar los temas más destacados de la espiritualidad comboniana y que nos ayuden a cuestionar nuestra propia vida y presencia como misioneros allá donde estemos, avivando nuestra propia espiritualidad.
Introducción:
Si no nos alimentamos pereceremos. Esta verdad innegable de la vida es la que trae entre nosotros este tema de espiritualidad comboniana.
En los temas anteriores reflexionamos sobre nuestra vocación, su origen y fundamento así como sobre las particularidades metodológicas de nuestro carisma y la manera de expresarlo en nuestro servicio. Tantas veces Comboni hace referencia a que la confirmación que el P. Marani le hizo de que su vocación para las misiones africanas es de las más claras y evidentes le mantuvo firme en las dificultades. Pero la verdadera virtud de Comboni fue alimentar esta llamada, consagrarse y día a día dar respuesta a la misma.
El alimento de este fuego que Comboni sintió en su pecho, y cada uno de nosotros llevamos en nuestro interior, debe ser constante para no enfriarse. Una vocación misionera y comboniana como la nuestra, tan contraria a veces de los valores que nos rodean debe alimentarse para no enfriarse, para ser cada día más auténtica y más fiel a la llamada que hemos recibido.
Este alimento es la espiritualidad, es el alma que da cuerpo y sentido a nuestra vida, a nuestra forma de vivir, de estar, de relacionarnos, de optar por los demás, por nuestro trabajo, nuestros compromisos, nuestros lugares donde vivir… nuestras seguridades y pilares donde anclar nuestras opciones y nuestra razones de vivir. Cuando falleció su compañero Oliboni Comboni gritó ¡África o Muerte! Esa fue la pasión de su vida, la defendió y vivió con tanta fuerza que no hubo fronteras, dificultades, penurias económicas, enfermedades, superiores, calumnias… que consiguieran desanimarlo. Espero que este misma fuerza la podamos encontrar cada uno de nosotros y nosotras en los pilares de nuestra espiritualidad.
Deciros por último que esta pequeña selección (recogida en pocas página y que quizás pueda dar pie a una segunda o tercera parte) es un sesgo desde mis vivencias, a la que os invito a ampliar con vuestras vivencias como combonianos/as, sacadas de vuestra oración y seguimiento de Jesús con este carisma que compartimos y que extraemos de la vida de Comboni.
Te invitamos a regalarte un tiempo de oración, a escoger un lugar tranquilo donde trabajar con estas pistas tu espiritualidad. Si te ayuda enciende una vela y comienza con una oración que Le haga presente antes de comenzar.
Abordemos ahora algunos de los rasgos de la espiritualidad comboniana
Oración en Comboni
Comboni era un hombre de profunda oración. Escribirá: “Nunca pasan más de tres horas sin que yo rece, donde quiera que me encuentre (E. 4320). “Ni si quiera en el desierto, he dejado la meditación una sola vez” (E. 6474). Desde que era un joven aprendió a rezar de varias maneras. Escribiendo a casa, en su primer viaje misionero, él, joven de 26 años y apenas terminada su formación, dice que en barca: “realizamos nuestros deberes de religión en común, es decir, la meditación, el oficio, la oración vocal, la lección espiritual, el examen de conciencia, y el rosario …” (E. 153). La meditación se refiere a la lectio divina o reflexión sobre la Sagrada Escritura. En las reglas de 1871 insiste sobre el día de retiro mensual y sobre los ejercicios espirituales anuales (E. 2707).
Uno podría preguntarse, ¿para qué sirven estas prácticas en la vida de Comboni y de sus misioneros? Comboni está seguro de esta verdad: “la vida de un hombre, que de manera absoluta y definitiva rompe todas las relaciones con el mundo y con las cosas más amadas según la naturaleza, tiene que ser una vida de espíritu y de fe. El misionero que no tuviese un fuerte sentido de Dios y un vivo interés por su gloria y el bien de las almas, faltaría de aptitud para su ministerio, y terminaría por encontrarse con una especie de vacío e intolerable aislamiento” (E. 2698).
Comboni mira a su experiencia personal: sabe que el misionero, “acostumbrado a juzgar las cosas con la luz que le viene del Alto, mira a África, no a través del miserable prisma de los intereses humanos, si no al puro rayo de la fe“(E. 2742); sabe que la vida del misionero se basa sobre la llamada de Dios y se realiza en la misión que recibe de Dios. Por lo cual, “el misionero se hace familiarísimo con Dios mediante todas las prácticas de piedad y le es casi connatural el ejercicio de la asidua presencia de Dios y su íntima y filial comunicación con él…” (E. 2707).
Dado que la misión parte de Dios y Dios es el verdadero protagonista, Comboni dice: “Como la obra que tengo entre las manos es toda de Dios, es con Dios especialmente con quien hay que tratar todo asunto grande o pequeño de la misión; por eso es de suma importancia que entre sus miembros abunden sobremanera la piedad y el espíritu de oración.” (E. 3615)
Te invitamos a ver: Ora et Labora: Cómo viven ellos la oración
Tarea 1:
Reflexiona sobre ¿Cómo es tu vida de oración?