Laicos Misioneros Combonianos

Lo que se queda y lo que vino en nosotras

LMC Peru
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Talvez esto de vivir en constantes llegadas y partidas sea la manera más bonita de Dios mostrar su amor para con nosotros y sea la fórmula secreta de vivir en el servicio al otro.

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La misión siempre será así un encuentro de vidas que se cruzan como que por magia, como se todo estuviese ya planteado en nuestras historias. La misión siempre será la manera más concreta de ser testigo vivo de un amor que no muere. Renace y haz renacer.

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Hoy les hablamos bien cerca de ustedes. Para tras se queda la certeza de que fuimos y siempre seremos enteros cuando nos donamos sin interés sin tiempo u hora, cuando bajamos de todo lo fuimos construyendo al largo del tiempo y volvemos a ser como niños en medio de ellos. Somos familia donde las sonrisas parecen no ter fin y las lágrimas a veces surgen. Somos casa donde hay siempre espacio para uno más. Siempre seremos. La misión no ha terminado. Jamás acabará. Porque el amor vence siempre. La misión te espera y siempre te esperará.

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Paula y Neuza, LMC en Perú

Vuelvo a subir a la montaña otra vez

Atardecer
Atardecer

Os escribo contemplando el paisaje. El sol es apenas visible, pero aún puedo ver la silueta del volcán iluminado por la luna. Hoy volvía subir a la montaña, uno de esos lugares donde bajo todas las defensas y, puedo imaginarme al otro lado de la puesta de sol el rostro de aquellos, no que dejé atrás, sino de todos los que me dejaron y dejan volar continuamente, incluso con miedo, pero que confían en este gran plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Para mí. Fijo en el horizonte, Dios y yo. Solo yo y Dios. Me permite acercarme, me abraza a través de la maravilla que puedo observar. Me espera en silencio en la cima de esta pequeña montaña, cada vez que creo que no seré capaz, cada vez que la realidad es cruel, cada vez que todo parece oscuro, que todo se vuelve demasiado pesado para cargarlo… En estos momentos, subo a la montaña, dejo caer las piedras más pesadas que llevo en mi mochila, para poder avanzar. Subo en busca de silencio, en busca de esperanza, en busca de mí misma. En busca de Dios.

El sol ya ha dejado la pequeña montaña, solo quedo yo y todos los pensamientos, quedo yo y el clamor de todos los que vienen así, buscando refugio, buscando amor, buscando a Dios. Durante esos momentos inmensos también soy parte de la naturaleza que me rodea.

Atardecer

Subir a la montaña me permite salir de mí misma, observar tranquilamente la naturaleza que me rodea, sentir todo lo que traigo dentro, sentir que el amor también está hecho de las caídas, también se construye con las piedras del camino. Me permite ver la luz. Me dejo abrir los ojos, ya no veo la oscuridad que tría en la subida, veo las pequeñas luces que brillan entre esta gente, siento esta presencia divina con todos nosotros en estas pequeñas luces, en esos corazones de los que buscan, con la esperanza de los que creen, en la perseverancia de aquellos que no bajan los brazos ante el dolor, en las rodillas de los que rezan, en el coraje de los que corren el riesgo de ir más lejos, y luego veo las luces que permanecen encendidas en mí.

Y, ya bajando la pequeña montaña, siento que Dios vuelve a enviarme. Me invita una vez más a encontrarme con los pobres y necesitados, con todos los que me abren sus puertas todos los días, y con todos los que todavía esperan mi llegada. Aligera mi carga y me hace sentir la alegría de ser misión de la única manera posible, el amor.

Servir

Que todos seamos capaces de subir a la montaña tantas veces como sea necesario durante este viaje que es la vida. Que todos podamos vaciar la mochila que nos acompaña en todo momento. No tengamos miedo de hablar de todo lo que sucede dentro de nosotros cuando estamos solos con Dios.

Con amor y gratitud,

Neuza Francisco, LMC

El color del amor

LMC Peru
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Quizás nuestra idea de la misión y el mundo sea todavía un poco color de rosa, de hecho, para mí, la misión es un arco iris de colores, emociones, momentos y aprendizaje. La misión es más que el vasto cielo azul que abrazo todos los días al principio y al final de mi día, es más que el marrón de la arena del desierto que cubre el suelo. Es más que el verde del paisaje de algunos árboles que luchan por mantenerse verdes, y el gris de los días de niebla que cubren los volcanes. La misión es una inmensidad de colores. Es del color de las caras lo que me hace sonreír y es el color de las historias que escucho durante horas y horas todos los días y me recuerdan la materia simple y humilde de la que estamos hechos, es del color de todos los corazones lo que llegan y me enséñame que es posible amar más. Es del color de las sonrisas, los abrazos, las lágrimas es del color del paisaje natural y humano. La misión diaria de seguir con ellos es tan vasta, tiene tantos colores.

Peru

Entre los muchachos que me llaman en la calle y en el jardín de infancia, y con quienes comparto la alegría de ser niña una y otra vez, entregándome a ello sin miedo. A los ancianos que bailan libremente cuando vienen a conocernos, y permítanme decirles que para muchos, somos su única familia. Historias reales de superación y lucha. A las familias cuando nos reunimos para compartir el todo, que es suma individual de las partes porque es en este medio entre unos y otros que nos encontramos y nos entregamos sin premisas ni condiciones, solo porque sí. Es en las visitas diarias que encuentro un verdadero significado para mi caminar y veo los colores de mi mundo aquí y ahora. Aquí, en esta pequeña villa, es donde cada día se vive la verdadera experiencia de ser yo, en la esencia de los colores que tengo dentro y de todos aquellos que me permito ver en el mundo.

Os confieso que a menudo me permito ser moldeada por ellos, moldeada por su experiencia de vida y de Dios, que me permito observar horas y horas lo que son y lo mucho que me enseñan, que me permito salir de mi para aprender de ellos. Siempre tuve la certeza dentro de mí de que no me llamaban para nada más que para amar. Amar a esta gente, esta cultura y sus costumbres. Amar, en sus múltiples perspectivas, en la caída, en el error, en el ascenso y con la esperanza de ser la mejor versión de mí misma todos los días. Y aunque haya pasado más de un año sigo aprendiendo de ellos todos los días, aprendemos juntos. Y así, cada día descubro otro color dentro y fuera de mí, en este intercambio de vidas, historias y rostros, descubro cada día el color del amor.

Peru

P.D. El amor no tiene un solo color, ¡el amor siempre será del color que quieras!

Con amor y gratitud,

Neuza francisco, LMC

La misión no es experiencia, es VIDA

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LMC PeruTal vez la percepción que tenemos de nosotros mismos aquí disminuyó dada la grandeza del mundo al que te sientes llamado. Tal vez, poco a poco, nos fuimos desprendiendo de las cosas para agarrarnos al mundo, a las personas, al amor. Ya no tenemos cosas. Ya nada es nuestro. Ya no hay nada que no pueda ser dado, ser compartido con todos los que caminan a nuestro lado con nosotras. Hace mucho que no somos solo nosotras, que todo lo que somos es compartido no solo entre nosotras, sino con el mundo. Somos parte de un todo que sólo tiene sentido en el compartir de cada día y de las vidas que somos y que sabemos ser junto a los otros.

El paisaje refleja la grandiosidad de lo que llevamos dentro, la grandiosidad de los pequeños milagros de los cuales no somos sólo espectadoras, somos el grano plantado en tierra fértil, somos riego constante de vidas con sentido. Ya no somos solamente nosotras, somos más que la suma de las partes. Somos de Dios. Somos su instrumento, somos sus manos, sus pies y sus abrazos. Somos imperfectas y heridas en un mundo lleno de dolor y de sufrimiento donde con amor osamos sembrar el paraíso del amor de Dios.

LMC PeruEn cada amanecer salimos al encuentro del otro, salimos de la comodidad de lo que no tenemos, de lo que no nos pertenece, vamos al encuentro del amor. Vamos en la esperanza de que en cada calle o esquina tendremos siempre dos brazos listos para crecer con nosotras. No somos nada y en nuestra humildad somos lo que de más verdadero existe en nuestro interior. No conseguimos enumerar la cantidad de vidas que ya cruzaron la nuestra, ni la cantidad de sonrisas, lágrimas y abrazos que compartimos en la sencillez del umbral de la puerta. Es así, el amor es despojado de la superficialidad, es integro no tiene color ni raza, es porque es. Y estamos llamados diariamente a dejarlo ser y crecer.

Damos la vida todos los días sin horarios, sin planes. Nos entregamos. Son muchas las veces que apartamos nuestros planes porque Dios nos llama a través de una historia. Son muchas las veces en que sentimos que es Dios mismo quien nos llama a la puerta a través de tantos rostros, historias y personas. Estamos disponibles al amor que nos golpea, que nos llama en cada momento. Estamos abiertas a la llamada de Jesús que sentimos que nos llama diariamente.

LMC PeruSomos terreno de cultivo abierto al cuidado del otro y abierto a la posibilidad de crecer de la mano en el camino de Jesús. Somos cruz cargada en hombros y brazos de quienes perdidos no pueden caminar. Eso es misión. Aceptar diariamente la invitación de Jesús a un estilo de vida menos nuestro y más de Él. No es fácil. Sabemos con nuestra vida que el camino no tiene nada de fácil. Pero solo así tiene sentido para nosotras.

La misión es vida, es nuestra vida, son sus vidas y la vida que sabemos ser y donar en el anuncio de un Evangelio vivo en cada uno de nosotros. Somos en cada paso testigos de un Jesús que quiere habitar en la sencillez de nuestros corazones. Es en el sabernos familia, que cada día, en cada visita, nos entregamos y somos más.

La tierra es árida y los montes que nos rodean son a menudo el camino de muchos a su casa. Protegidas por la fuerza imponente del volcán Misti y Chachani, de vara en mano, atravesamos los límites de lo visible y partimos en busca del rostro de Dios en los más lejanos. Subimos y bajamos los montes, recorremos el camino más sinuoso. Superamos los límites físicos de nuestro cuerpo que a veces pide descanso. Hemos superado nuestros límites, seguras de que Él es nuestra fuerza y ​​nuestra vida. Con la certeza de que es nuestra la misión de llevarlo y anunciarlo donde Él ya habita, donde ya hay semillas de Él, donde ya hay Dios, donde sólo falta quien lo recuerde, quien lo nombre y anuncie. Superamos nuestras periferias para ir a las periferias del mundo para allí ser símbolo de vida, de amor, ser símbolo de Él.

LMC PeruNo tenemos mucho. Vivimos simples y humildes entre el pueblo de Dios. Somos con ellos pueblo de Dios. En la simplicidad y pobreza de la vida que llevamos habita el tesoro en los vasos de barro de cada uno de nuestros corazones: el amor de Dios.

Es bueno, muy bueno, dejarnos emocionar con todos aquellos que hoy forman parte de nuestra historia. Es bueno ser apoyo y hombro, es bueno ser lugar de refugio, es bueno poder ser Neuza y Paula en todo lo que somos y compartir en la simplicidad ese don que es nuestra vida. Y ayudar al otro a descubrir el don de la suya. Somos de los que nos llegan, somos de los que se marchan, somos de los que vienen y de todos los que dejamos en el camino. Y paso a paso no descubrimos la misión, somos misión. Somos una misión que no es nuestra sino de Aquel que nos envía todos los días a un amor mayor.

Somos dos de las mil vidas para la misión de Comboni. Juntas redescubrimos nuevas Áfricas, nuevas periferias. No nos llega el poco, no nos llega la llanura de la comodidad. Vamos. Juntas vamos más allá de los montes, más allá de nosotras mismas. Juntas vamos al encuentro de las nuevas periferias, aquellas donde aún no estamos y que aún no hemos llegado. Si supieran ustedes, si supiéramos todos cuántas Áfricas faltan por descubrir, cuántas periferias existen sedientas de Dios, de su amor y de ese milagro de Amor que es la Eucaristía. Por eso estamos aquí. Por eso vamos al encuentro del amor haciendo de nuestra vida la misión.

En la oración diaria descubrimos los caminos a seguir, descubrir la belleza de una misión sin fin, sin fronteras, sin límites. Él es el límite. En realidad, Él no tiene límites. Caminamos en la certeza de que no estamos solas pues son sus brazos los que encontramos en cada amanecer y al final del día. Caminamos en la certeza de que llegamos siempre donde Él nos espera. Y aunque el día sea largo y muchas sean las historias de vida que nos llegan y nos hacen partícipes y muchas veces son las lágrimas lo que compartimos unos con otros. La respuesta es siempre la misma. Sí, Señor, estamos aquí, llévanos donde quieras que estemos. Y aunque la vida nos lleve lejos de aquí, somos Perú en el mismo amor que nos trae aquí y nos hace hermanos hasta el final.

Desde Perú con amor,

LMC Peru

Neuza Francisco & Paula Ascenção. LMC

Juntos en y como familia

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El amor solo tiene sentido cuando es compartido. Durante el año que pasó hemos aprendido, vivido y experimentado ese amor con los más chiquititos. El Proyecto “Mi Colegio, Mi familia y Yo” no es un proyecto de niños sino de familias. Familias capaces – niños felices.

 

Comunidad Ayllu. Paula y Neuza. LMC en Perú