Laicos Misioneros Combonianos

Proyecto Memoria de África: Arístides Holgado

Aristides

Seguimos esta serie con el hermano Arístides Holgado. Madrileño de nacimiento, Arístides iba para arquitecto hasta que fue destinado a Mozambique por los Misioneros Combonianos. Llegó seis meses después de su independencia de Portugal y vivió la guerra civil que asoló el país durante 15 años. Sin tapujos, Arístides habla en su entrevista de asuntos como la calidad democrática, el comunismo y el capitalismo en el país africano o el conflicto bélico.

Querida Guilherma, descansa en los brazos del Padre

LMC Guilherma Vicenti
LMC Guilherma Vicenti

¡Navegaré, en las aguas de este mar… solo amar, buscaré mi lugar/sin dudas, sin miedo a soñar!

Con una mezcla de tristeza y esperanza los LMC de Brasil comunicamos la muerte de nuestra LMC Guilherma Vicenti.

Guilherma traía al principio de su nombre lo que siempre fue: ¡guerrera! Mujer de fe y lucha, por donde pasó en misión dejó marca de su servicio y donación misionera. Aún hoy se escucha en el testimonio de la gente que vivió con ella, el afecto y la gratitud por su presencia.

Cuidadosa y atenta, siempre preparaba con profundo cuidado la acogida de los que llegaban, para quedarse o sencillamente para visitar.

Creemos que Dios, en su infinita bondad y misericordia, preparará con redoblado cariño la acogida de nuestra querida Gui en su Reino, junto con toda la comunidad misionera que ya se encuentra allí, pasando así a formar parte del grupo de los que desde el Padre interceden por todos los misioneros y misioneras.

Con profunda gratitud a Dios por la oportunidad de vivir y aprender de ella, nos ponemos en oración y solidaridad con la familia y amigos en este momento.

Sinceramente,

Consejo de la ALMC

en nombre de todos y cada uno de los LMC de Brasil.

Homenaje a Guilherma Vicente – LMC Brasil que partió para la Casa del Padre el 10 de junio de 2020 – ¡Así recordaremos a Gui!

Una de sus presencias misioneras fue en Maputo, con jóvenes y mujeres a los que enseñaba corte y costura industrial. Este video fue preparado para honrarla en la Exposición Misionera de la Parroquia de Santa Amelia en el año 2017 por su pertenencia a la Familia Comboniana.

Mozambique: Misionero nos actualiza sobre la situación en el centro del país

Mozambique
Mozambique

02 de abril de 2019

El P. Constantino Bogaio, Superior Provincial de los Misioneros Combonianos en Mozambique, nos cuenta como está la situación actualmente tras la destrucción causada por el paso del ciclón Idai.

El paso del Ciclón Idai, con vientos que llegaron a alcanzar entre 120 y 220 km por hora y con intensas lluvias, dejó en la ciudad de Beira y sus alrededores un rastro de destrucción nunca visto y vivido en la historia de Mozambique.

En poco tiempo, la ciudad se volvió desierta, fantasma, con la situación desoladora. Caminando por sus avenidas, calles y carreteras se podían contemplar las casas en ruinas, hospitales destrozados, los escombros de las iglesias, los árboles caídos, los postes de la corriente eléctrica y de teléfonos derribados por todas partes.

La ciudad de Chiveve tuvo un apagón en el que casi el 95 por ciento de sus edificios se vieron afectados, salvo el aeropuerto que se convirtió en un refugio para los nativos y extranjeros que llegaban para ayudar. En los barrios periféricos como Munhava, Muchatazina, Vaz, Chota, Ndunda y otros, además de la destrucción de las casas, también hubo grandes inundaciones.

Mientras la segunda ciudad del país empezaba a contabilizar los estragos causados ​​por el ciclón y a levantarse de su orgullo herido, por otro lado, recibía las malas noticias que llegaban a cuenta gotas de que su única conexión terrestre estaba interrumpida debido a la furia, de las aguas de los ríos Pungue, Búzi y Muda y sus afluentes que se desbordaron de sus lechos causando pánico en los distritos de Dondo, Búzi, Nhamatanda, Chibabava en la provincia de Sofala.

Mozambique

La pequeña presa que almacenaba el agua para el abastecimiento de la ciudad de Beira en Dondo, se desmoronó en pocas horas y pasó a contribuir a las inundaciones en la Carretera nº 6, hace poco rehabilitada, y haciendo que cediera con cuatro enormes cortes que impiden el tránsito.

Esta es la única vía que permite la conexión entre Beira y otras ciudades. De esta manera aumentó la tristeza de los ciudadanos de Beira. Durante casi una semana quedaron totalmente aislados por tierra. Los productos de primera necesidad comenzaron a escasear y la lluvia no paraba de caer aumentando así la desgracia de los ciudadanos.

La comunidad internacional, que llegó para socorrer, asumió como prioridad salvar vidas en los distritos circundantes, trasladando su población a Beira. Así se crearon centros de alojamiento en varios puntos de la ciudad.

1. Algunos datos preliminares generales de las zonas afectadas

Tenemos que decir que no se sabe con certeza el número concreto:

Salas de Clases destruidas 3140.

Alumnos afectados: 90.756

Casas destruidas 19.730

Muertos: Las personas que murieron en toda la zona son más 500 y no se sabe hasta ahora la cantidad de personas desaparecidas.

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2. A nivel de los Misioneros Combonianos

En la ciudad de Beira trabajamos en la zona suburbana de Chota donde viven más de 70 mil personas. En este momento hay 270 familias que quedaron con sus casas destruidas y 170 familias que necesitan apoyo inmediato de alimentos y otros productos. Así, en esta primera fase, nuestra intervención será dar apoyo a estas familias.

La segunda fase será ayudar a reconstruir sus casitas y también construir una escuela y un centro juvenil parroquial donde los niños y jóvenes tengan actividades, porque el que existía era de maderas y barro y el ciclón lo arrasó todo. Queremos construir este centro juvenil que dé esperanza a los niños, adolescentes y jóvenes que se han visto afectados, pero con estructuras sólidas y resistentes. Queremos también desarrollar un programa de apoyo a las madres en educación sanitaria y nutricional.

3. La situación sanitaria

La zona de Chota es la continuación del mayor barrio periférico de Beira. En este momento ya comenzó a ser castigado por el cólera. Se habla de unas 200 personas afectadas, pero este número puede crecer. Ya va a comenzar una campaña de vacunación. El barrio de Chota está en alerta máxima. Se espera que el cólera no alcance este barrio, porque sería otro desastre ya que las aguas fluviales que inundaron el barrio aún no bajaron.

La malaria es otra preocupación inmediata. Pasados ​​quince días después del ciclón, las aguas paradas y los charcos son una gran fuente de incubación de mosquitos que provocan esta enfermedad.

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4. La situación de Muxúngue
La parroquia de Muxúngue se sitúa a casi 350 km de la ciudad de Beira. Las zonas más afectadas fueron Nhahápua, Goonda Madjaka y Gurudja donde pasan los ríos Muda y Búzi. Según calculan los misioneros de la zona son más de 120 hogares afectados. El promedio de cada familia es de seis hijos.

En esta área, nuestra intervención será plena después de que todas las personas regresen a la zona. Vamos a ayudar en la construcción de sus casitas. En este momento las autoridades civiles están apoyando en algo. La experiencia de los misioneros nos dice que después de esta avalancha de apoyo, es necesario hacer un programa de reconstrucción de todo lo que perdieron y ayudar a normalizar sus vidas.

Necesitamos su solidaridad y apoyo para esperanzar a esta gente. Su apoyo en esta fase inmediata será para comprar alimentos y otros productos básicos y en la fase siguiente para apoyar a reconstruir las infraestructuras necesarias para normalizar la vida de estos hermanos.

Desde ya queremos agradecer a aquellos que han enviado sus ofertas para apoyar a estos hermanos y esperamos que sigan ayudando en la segunda fase que será más dolorosa.

(Pueden participar en la campaña solidaria de los Combonianos en Mozambique).

Que la bendición de Dios descienda sobre cada uno de vosotros, por la intercesión de San Daniel Comboni.

P. Constantino Bogaio Mccj

Fuente: Boletin misionero Portugal

Después de un año en Mozambique…

LMC Mozambique

LMC MozambiqueHace un año que llegué a la Misión de Carapira, en el norte de Mozambique. Pero a veces, a menudo, parece que acabo de llegar y que todavía estoy dando los primeros pasos, como si estuviera empezando. Hay momentos en los que siento que el viaje entre Portugal y Mozambique no fue el mayor viaje que hice, a pesar de que el número de kilómetros sugieren lo contrario. Los grandes y mayores viajes son aquellos en los que tengo que transitar entre mi mente y mi corazón; el salir de mí y ponerme en el lugar de quien está a mi lado y, a veces, me parece tan lejano. La verdad es que la misión no es un lugar físico. Es antes un lugar imposible de circunscribir y que pide esta actitud permanente de humildad, de audacia, de voluntad.
La misión es también una escuela de amor, un lugar donde se aprende o reaprende a amar. Aquí he conocido bastantes misioneros y voluntarios. Personas que vienen con el deseo de hacer el bien, y que descubren progresivamente su vulnerabilidad.

La experiencia más fuerte que podemos hacer pasa por amar y sentirnos amados. Pero cuando todo a nuestro alrededor parece extraño, este aprendizaje se vuelve agotador. Porque aprender a amar significa aprender a acoger lo que yo soy, con mis deseos, mi fe, pero también con mis dificultades, mis compulsiones, mi necesidad de tener razón. Ahora bien, en los encuentros y en la vida cotidiana, rápidamente se descubre la fragilidad de que somos tejidos. Sin embargo, tengo para mí que, en la medida en que lo descubrimos, tal vez seamos capaces de mirar la vulnerabilidad de Jesús y de amarle.

Es también una escuela donde se aprende que la proporción de las cosas es distinta. Pero no se aprende a medirlas (mucho menos la paciencia). El espacio es vasto, y es fácil perder el horizonte de vista.

El tiempo se dilata en el propio tiempo. Todo, y quiero decir todo, sucede con un ritmo bastante singular, a un suave (suavísimo) compás. Entonces, el tiempo llega siempre a todo lo que queremos, realmente, hacer, porque la lentitud enseña a superar nuestra rigidez y supera lo que sería sólo funcional y útil.

Sin embargo, es en estos momentos que germinan experiencias auténticas. No es necesario consultar boletines meteorológicos. No se abre el GPS para simular cuánto tiempo tarda un viaje de aquí para allá, hasta porque el “de aquí para allá” es de una inmensidad tan grande que no ha sido captada y descifrada por mapas de satélite – nos metemos dentro del coche y que sea como Dios quiera. Si el número de agujeros es razonable, y el coche no se avería, llegaremos más rápidos.

Y si es verdad que Mozambique tiene lugares deslumbrantes, es también verdad que aquellos que existen dentro de las personas son los más increíbles y preciosos. He tenido la delicia de conocer a personas que me enseñan mucho. Personas sencillas y capaces de mantener una actitud de confianza incluso en la escasez, en la pobreza. Que miran al día de mañana con la esperanza de que todo correrá bien, Inshallah [si Dios quiere, como es costumbre oír]. A veces me pregunto: confianza, ¿en qué? Confianza, ¿por qué? La confianza. Confianza en la vida. Son las personas que me enseñan sobre la fe. Confiantes en la protección de Dios y muy agradecidas. Dotadas de un cúmulo de confianza que me invita a mirar la vida con más serenidad.

Es una escuela donde se aprende también a mirar a los ojos de quien nos mira. Porque, en realidad, es cuando observamos que empezamos a ver. Muchas veces, cuando miro a mí alrededor, puedo sentir que no estoy preparada para ver todo lo que encuentro. Pero hasta en eso y para eso, Dios me ha capacitado.

Se aprende también a ver a Dios en las cosas pequeñitas. Recuerdo muy bien que, antes de venir aquí, me había propuesto escribir más: tenía la idea de hacer un diario de a bordo o, al menos, registrar con más regularidad las cosas que iban a suceder, como me sentía, … En fin, de compartir sobre la misión a fin de sentirnos, también, más cercanos (sentir que “estamos juntos”, como aquí se dice). Muchas veces me pregunto: ¿pero sobre qué voy a escribir? Es mucho más fácil hacerlo sobre las cosas extraordinarias. Está claro que no he cumplido la intención que me propuse. Porque, de algún modo, cuando me lo propuse, tal vez ingenuamente pensé que en la misión habría un millón de cosas extraordinarias para contar. Y, en realidad, la misión se hace de momentos y días ordinarios. Los instantes extraordinarios pueden ser más coloridos y melódicos, pero son los cotidianos los que mejor rodean y sedimentan nuestra vida. Esos mismos, los momentos simples y ordinarios, aquellos que encontramos en el servicio y en la relación con las personas que llenan de sentido y hacen la misión especial, sin necesitar que vengan los días extraordinarios, pedir entrega y donación.

La misión es cada día un mapa por descifrar y por conocer. Por eso, a cada momento me siento comenzando un tiempo nuevo, no el del calendario, sino el de la oportunidad de la vida y el de la salvación que puede suceder siempre que Dios nos visita en las cosas más pequeñitas y aparentemente insignificantes.

Llegué a Mozambique hace un año. Pero continúo empezando y caminando hacia el Señor de las bendiciones cada día.

LMC Mozambique

Marisa Almeida, LMC