Laicos Misioneros Combonianos

Llega la Navidad: No se distraigan

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Un comentario a Mc 13, 33-37 (I Domingo de adviento, 29 de noviembre del 2020)

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Iniciamos el nuevo año litúrgico (I domingo de adviento) con un texto parecido al del penúltimo domingo del año: un texto que nos invita a la vigilancia, es decir, a estar atentos, porque cada momento que vivimos es único y no vuelve nunca más.

Cada año celebramos, por ejemplo, la Navidad con ritos que parecen dar la idea de algo que se repite con las mismas celebraciones, parecidos regalos, semejantes palabras bien intencionadas… Y, sin embargo, cada Navidad es distinta a las otras, porque nosotros vamos cambiando aunque sea imperceptiblemente.

El amor que estamos llamados a vivir este año es distinto del del año pasado, la herida que debo superar tiene su propio dolor, el perdón que debo pedir o conceder es único, el compromiso apostólico que debo aceptar es propio de este tiempo…, en definitiva, el paso de Dios por mi vida es algo nuevo. Si estoy atento, me enriquezco; si estoy distraído, lo pierdo para siempre.

Por eso es tan importante el llamado que Jesús nos hace en el evangelio de Marcos que leemos hoy: “Pongan cuidado, estén alerta”, es decir, estén atentos, no se distraigan. No se dejen distraer por las luces de la ciudad, ni por la avalancha de regalos, ni por las comidas excesivas, ni las copas de más.

No se dejen taponar los oídos por la bulla de los festejos ni oscurecer los ojos por el humo de fuegos artificiales. Limpien los oídos, abran los ojos, estén atentos para percibir por dónde les está llamado Dios en este nuevo año que vamos a comenzar, en qué parte de su vida quiere nacer Dios como salvador, amigo y hermano.

Vigilen para que no se les pase la ocasión de comprender algo más del misterio de Dios, de hacer un poco más de bien a alguna persona, de amar más y mejor a su familia, de ser un poco más coherentes y rectos, más humildes, más verdaderos, más poseídos por el amor de Dios.

¡Buen Adviento! ¡Buena preparación de la Navidad!

P. Antonio Villarino

Bogotá

Solemnidad de Cristo Rey

Jesús pobre

(Un comentario a Mt 25, 31-46)

Jesús pobre

Estamos leyendo el capítulo 25 de Mateo, que recoge el discurso escatológico de Jesús en Jerusalén, inmediatamente antes de la Pasión.

Este capítulo tiene tres partes. Hoy leemos la tercera; en los domingos anteriores leímos las dos partes precedentes (sobre las diez vírgenes y los diez talentos)

Esta tercera parte, que habla de lo que se conoce como “juicio final, es la que la liturgia nos propone para este último domingo del año litúrgico dedicado a la Solemnidad de Cristo Rey.

Para una reflexión sobre este conocido texto, les propongo detenernos en cuatro títulos que se le dan a Jesucristo:

  1. El Hijo del Hombre.

Este es el título preferido por Jesús. Está tomado ciertamente del Antiguo Testamento y especialmente de la profecía de Daniel, donde, según comenta la Biblia de Jerusalén, “designa a un hombre que misteriosamente supera la condición humana”. El Hijo del Hombre es también el jefe del pueblo santo que, humilde y siervo, termina triunfando en la gloria de Dios. Así sucedió con Jesús y sucederá con nosotros, si permanecemos unidos a Jesús. A pesar de las apariencias, no estamos destinados a la destrucción, sino a compartir la gloria del Padre y de su Hijo. Hoy es un día para reafirmar nuestra esperanza en el triunfo de la muerte sobre la vida, el amor sobre el odio, la verdad sobre la mentira.

  • El Pastor

Jesús aparece en este texto como el pastor “que separa las ovejas de los cabritos”. Sabemos que Jesús es el Pastor bueno que se preocupa por cada una de sus ovejas. Pero eso no debe conducirnos a una falsa percepción de un Jesús “bonachón” (disculpen la expresión, “tonto”), como si para él todo fuese igual, como le pareciera igual lo bueno que lo malo, lo injusto que lo justo. De ninguna manera. Hoy se nos dice claramente que cada uno recogerá lo que ha sembrado.

  • El Rey

Jesús se presenta como el Rey que acoge a los “benditos de su Padre” para darles la heredad del Reino preparado para ellos desde la fundación del mundo. El Reino de Dios es una de las categorías usadas preferentemente por Jesús. Los judíos, que en un principio no tenían rey, se empeñaron en tener uno; y por un poco de tiempo les fue bien, especialmente con David y Salomón que quedaron en la historia como ejemplo de reyes positivos para su pueblo. Pero después la experiencia de la monarquía fue decepcionante, hasta que el pueblo comprendió que solo Dios merecía el respeto y el título de un verdadero Rey. También nosotros podemos preguntarnos: ¿Quién es nuestro rey? ¿En quién ponemos nuestra confianza? Ciertamente, tenemos necesidad de políticos, sindicalistas, filósofos… sacerdotes. Pero no nos confundamos: el único verdadero rey de nuestras vidas es Jesucristo. Es él que para nosotros es la ley, la enseñanza, la luz que ilumina nuestra vida.

  • El pequeño, el hambriento….

Jesús se presenta como el pequeño, el hambriento, el desnudo, el forastero, el enfermo, el encarcelado… Y es sobre el trato que damos a este “Jesús pequeño, hambriento, forastero…” que el Pastor, el Rey, el Hijo del Hombre darán su juicio definitivo.

La vida cristiana tiene muchas dimensiones: la oración, la escucha de la Palabra, la familia, el trabajo honesto y bien hecho, etc. Pero hoy, como en otras ocasiones, nos recuerda lo esencial: servirlo en los pequeños con los que Él se identifica. Por eso la caridad, incluso la organizada en Caritas, es una parte importantísima de la Iglesia. Una parroquia no puede contentarse con una liturgia bien hecha, tiene que organizar la caridad.

P. Antonio Villarino

Bogotá

Hacia el Foro Social Comboniano sobre la Ministerialidad Social 2021

Forum

COMISIÓN MINISTERIAL SOCIAL DE LA FAMILIA COMBONIANA

HACIA EL FORO SOCIAL COMBONIANO 2021

ROMA EUR 3 – 7 JULIO 2021

¡Queridos hermanos, hermanas, seculares, laicas, y laicos combonianos! ¡La paz sea con vosotros!

Forum

Sabemos desde hace tiempo que habéis estado esperando el semáforo verde para indicar los nombres de los representantes de vuestras provincias que iban a participar en el Foro de la ministerialidad Social. Os agradecemos vuestra paciencia y disponibilidad.

Lamentablemente, en vista del estancamiento creado por la pandemia COVID-19, no fue posible convocar el Foro Social Comboniano para julio de 2020 como estaba previsto e incluso la hipótesis de reunirse de nuevo en diciembre de 2020 se ha desvanecido debido a la segunda ola de los últimos tiempos. Lamentamos una vez más tener que posponer este importante acontecimiento como Familia Comboniana, pero la situación nos pide sabiamente que nos reorganicemos para tiempos mejores.

EL EVENTO SE POSPONE HASTA EL 3-7 DE JULIO DE 2021.

Sin embargo, para aprovechar al máximo este tiempo que nos llevará al Foro presencial, podemos animar la Familia Comboniana y prepararla para el evento.

Nos estamos orientando hacia dos eventos webinar de 2 días: una primera cita en diciembre de 2020, y otra en marzo de 2021.

PARA LA PREPARACIÓN:

Hacer circular el artículo publicado en Nigrizia en septiembre de 2020 para presentar el libro SOMOS MISION. Los MCCJ lo encontrarán directamente en la FAMILIA COMBONIANA de noviembre de 2020. Con esta acción queremos ayudar a los participantes a centrarse en el trabajo y llegar preparados para el evento de diciembre de 2020.

DICIEMBRE DE 2020:

2 WEBINAR, VIERNES 4 y SÁBADO 5 DE DICIEMBRE, DE LAS 15.00 A LAS 17.00, HORA DE ROMA

Contenido:

= Un cambio de época: el camino profético de la Iglesia (ponente por confirmar). Se trata de ofrecer un marco de referencia más amplio para el camino del Foro Social Comboniano, en el contexto de la Evangelii Gaudium (EG), Laudato Si (LS), Fratres omnes (FO) Hermanos Todos.

= El Foro Social Comboniano en comparación con el camino profético de la Iglesia (ponente por confirmar). Una reflexión teológica sobre el camino de la FSC.

Formato: Dos webinars de 2 horas, incluyendo un espacio de interacción (máximo 30 min). El webinar se transmitiría desde Roma, con un grupo que sigue en presencia. En otros lugares, cuando sea posible, se invitaría a los participantes a reunirse y seguir las ponencias juntos (para luego compartir y reflexionar juntos), pero las conferencias se transmitirán en vivo para que cualquiera que desee inscribirse pueda participar. La grabación de las conferencias se puede subir al canal de YouTube para hacerlas accesibles incluso a aquellos que no puedan conectarse en vivo.

Debería haber traducción simultánea de las dos conferencias a varios idiomas. De las conferencias surgirán preguntas orientadoras para compartir/reflexionar en grupo (los que participen individualmente en el Zoom pueden hacerlo en las salas de descanso) y una tarea para preparar el evento de marzo de 2021.

Tarea: en los meses entre los dos eventos, los participantes tendrán la oportunidad de profundizar su comprensión de los temas y ponerlos en diálogo con su práctica ministerial. Entre las herramientas para un estudio en profundidad, recomendamos encarecidamente la lectura del libro: SOMOS MISIÓN enviado a las distintas provincias y comunidades a través de una copia electrónica y también como libro.

MARZO 2021: 2 WEBINAR, VIERNES 5 y SÁBADO 6 DE MARZO 2021

Contenido:

= Presentación del mapa de la presencia social y ministerial de la familia comboniana y primer análisis de los datos (en relación con las aportaciones del seminario web de diciembre) – trabajo en grupo a partir de los resultados del análisis.

= Compartido por los grupos de trabajo (en el Zoom, con traducción en varios idiomas)

Formato:

Similar al evento de diciembre.

El primer día habría que organizar una conferencia, seguida de trabajo en grupo. El segundo día se compartiría el trabajo de los grupos (con traducción simultánea) y el lanzamiento del Foro Social Comboniano en julio de 2021.

Tarea: En preparación para el FSC, los participantes seleccionados prepararán la presentación de su experiencia ministerial más regenerativa.

JULIO 2021: 5 DÍAS EN ROMA EUR: 3 – 7 JULIO 2021

El formato del foro de Roma seguiría siendo el ya elaborado por los organizadores, con adaptaciones como parte del programa que ya se habrán realizado en los dos eventos de diciembre de 2020 y marzo de 2021. La ventaja será que se podrá profundizar más y que los participantes llegarán mucho más preparados e involucrados en la dinámica del Foro.

El próximo noviembre de 2020 os daremos más detalles sobre el primer seminario web del 4 y 5 de diciembre de 2020. Os pedimos que informéis a los miembros de las diversas provincias y comunidades para que puedan estar presentes en esas fechas y en esas 2 horas en particular para participar activamente en el evento.

Forum

En nombre de la Comisión de la Familia Comboniana para la ministerialidad social, os saludo fraternalmente y permanecemos unidos en la oración en este momento difícil, pero también lleno de nuevas oportunidades. ¡Que Dios nos acompañe y nos bendiga!
P. Daniele Moschetti, MCCJ
Coordinador de la comisión
Roma, 16 de octubre de 2020

Mensaje del Santo Padre Francisco. IV Jornada Mundial de los Pobres

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“Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32)

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“Tiende tu mano al pobre” (cf. Si 7,32). La antigua sabiduría ha formulado estas palabras como un código sagrado a seguir en la vida. Hoy resuenan con todo su significado para ayudarnos también a nosotros a poner nuestra mirada en lo esencial y a superar las barreras de la indiferencia. La pobreza siempre asume rostros diferentes, que requieren una atención especial en cada situación particular; en cada una de ellas podemos encontrar a Jesús, el Señor, que nos reveló estar presente en sus hermanos más débiles (cf. Mt 25,40).

1. Tomemos en nuestras manos el Eclesiástico, también conocido como Sirácida, uno de los libros del Antiguo Testamento. Aquí encontramos las palabras de un sabio maestro que vivió unos doscientos años antes de Cristo. Él buscaba la sabiduría que hace a los hombres mejores y capaces de escrutar en profundidad las vicisitudes de la vida. Lo hizo en un momento de dura prueba para el pueblo de Israel, un tiempo de dolor, luto y miseria causado por el dominio de las potencias extranjeras. Siendo un hombre de gran fe, arraigado en las tradiciones de sus antepasados, su primer pensamiento fue dirigirse a Dios para pedirle el don de la sabiduría. Y el Señor le ayudó.

Desde las primeras páginas del libro, el Sirácida expone sus consejos sobre muchas situaciones concretas de la vida, y la pobreza es una de ellas. Insiste en el hecho de que en la angustia hay que confiar en Dios: «Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él. Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis» (2,2-7).

2. Página tras página, descubrimos un precioso compendio de sugerencias sobre cómo actuar a la luz de una relación íntima con Dios, creador y amante de la creación, justo y providente con todos sus hijos. Sin embargo, la constante referencia a Dios no impide mirar al hombre concreto; al contrario, las dos cosas están estrechamente relacionadas.

Lo demuestra claramente el pasaje del cual se toma el título de este Mensaje (cf. 7,29-36). La oración a Dios y la solidaridad con los pobres y los que sufren son inseparables. Para celebrar un culto que sea agradable al Señor, es necesario reconocer que toda persona, incluso la más indigente y despreciada, lleva impresa en sí la imagen de Dios. De tal atención deriva el don de la bendición divina, atraída por la generosidad que se practica hacia el pobre. Por lo tanto, el tiempo que se dedica a la oración nunca puede convertirse en una coartada para descuidar al prójimo necesitado; sino todo lo contrario: la bendición del Señor desciende sobre nosotros y la oración logra su propósito cuando va acompañada del servicio a los pobres.

3. ¡Qué actual es esta antigua enseñanza, también para nosotros! En efecto, la Palabra de Dios va más allá del espacio, del tiempo, de las religiones y de las culturas. La generosidad que sostiene al débil, consuela al afligido, alivia los sufrimientos, devuelve la dignidad a los privados de ella, es una condición para una vida plenamente humana. La opción por dedicarse a los pobres y atender sus muchas y variadas necesidades no puede estar condicionada por el tiempo a disposición o por intereses privados, ni por proyectos pastorales o sociales desencarnados. El poder de la gracia de Dios no puede ser sofocado por la tendencia narcisista a ponerse siempre uno mismo en primer lugar.

Mantener la mirada hacia el pobre es difícil, pero muy necesario para dar a nuestra vida personal y social la dirección correcta. No se trata de emplear muchas palabras, sino de comprometer concretamente la vida, movidos por la caridad divina. Cada año, con la Jornada Mundial de los Pobres, vuelvo sobre esta realidad fundamental para la vida de la Iglesia, porque los pobres están y estarán siempre con nosotros (cf. Jn 12,8) para ayudarnos a acoger la compañía de Cristo en nuestra vida cotidiana.

4. El encuentro con una persona en condición de pobreza siempre nos provoca e interroga. ¿Cómo podemos ayudar a eliminar o al menos aliviar su marginación y sufrimiento? ¿Cómo podemos ayudarla en su pobreza espiritual? La comunidad cristiana está llamada a involucrarse en esta experiencia de compartir, con la conciencia de que no le está permitido delegarla a otros. Y para apoyar a los pobres es fundamental vivir la pobreza evangélica en primera persona. No podemos sentirnos “bien” cuando un miembro de la familia humana es dejado al margen y se convierte en una sombra. El grito silencioso de tantos pobres debe encontrar al pueblo de Dios en primera línea, siempre y en todas partes, para darles voz, defenderlos y solidarizarse con ellos ante tanta hipocresía y tantas promesas incumplidas, e invitarlos a participar en la vida de la comunidad.

Es cierto, la Iglesia no tiene soluciones generales que proponer, pero ofrece, con la gracia de Cristo, su testimonio y sus gestos de compartir. También se siente en la obligación de presentar las exigencias de los que no tienen lo necesario para vivir. Recordar a todos el gran valor del bien común es para el pueblo cristiano un compromiso de vida, que se realiza en el intento de no olvidar a ninguno de aquellos cuya humanidad es violada en las necesidades fundamentales.

5. Tender la mano hace descubrir, en primer lugar, a quien lo hace, que dentro de nosotros existe la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día! Lamentablemente, sucede cada vez más a menudo que la prisa nos arrastra a una vorágine de indiferencia, hasta el punto de que ya no se sabe más reconocer todo el bien que cotidianamente se realiza en el silencio y con gran generosidad. Así sucede que, sólo cuando ocurren hechos que alteran el curso de nuestra vida, nuestros ojos se vuelven capaces de vislumbrar la bondad de los santos “de la puerta de al lado”, «de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios» (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 7), pero de los que nadie habla. Las malas noticias son tan abundantes en las páginas de los periódicos, en los sitios de internet y en las pantallas de televisión, que nos convencen que el mal reina soberano. No es así. Es verdad que está siempre presente la maldad y la violencia, el abuso y la corrupción, pero la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos de esperanza.

6. Tender la mano es un signo: un signo que recuerda inmediatamente la proximidad, la solidaridad, el amor. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Todas estas manos han desafiado el contagio y el miedo para dar apoyo y consuelo.

7. Esta pandemia llegó de repente y nos tomó desprevenidos, dejando una gran sensación de desorientación e impotencia. Sin embargo, la mano tendida hacia el pobre no llegó de repente. Ella, más bien, ofrece el testimonio de cómo nos preparamos a reconocer al pobre para sostenerlo en el tiempo de la necesidad. Uno no improvisa instrumentos de misericordia. Es necesario un entrenamiento cotidiano, que proceda de la conciencia de lo mucho que necesitamos, nosotros los primeros, de una mano tendida hacia nosotros.

Este momento que estamos viviendo ha puesto en crisis muchas certezas. Nos sentimos más pobres y débiles porque hemos experimentado el sentido del límite y la restricción de la libertad. La pérdida de trabajo, de los afectos más queridos y la falta de las relaciones interpersonales habituales han abierto de golpe horizontes que ya no estábamos acostumbrados a observar. Nuestras riquezas espirituales y materiales fueron puestas en tela de juicio y descubrimos que teníamos miedo. Encerrados en el silencio de nuestros hogares, redescubrimos la importancia de la sencillez y de mantener la mirada fija en lo esencial. Hemos madurado la exigencia de una nueva fraternidad, capaz de ayuda recíproca y estima mutua. Este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo […]. Ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad […]. Esa destrucción de todo fundamento de la vida social termina enfrentándonos unos con otros para preservar los propios intereses, provoca el surgimiento de nuevas formas de violencia y crueldad e impide el desarrollo de una verdadera cultura del cuidado del ambiente» (Carta enc. Laudato si’, 229). En definitiva, las graves crisis económicas, financieras y políticas no cesarán mientras permitamos que la responsabilidad que cada uno debe sentir hacia al prójimo y hacia cada persona permanezca aletargada.

8. “Tiende la mano al pobre” es, por lo tanto, una invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino. Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, como recuerda san Pablo: «Mediante el amor, poneos al servicio los unos de los otros. Porque toda la Ley encuentra su plenitud en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. […] Llevad las cargas los unos de los otros» (Ga 5,13-14; 6,2). El Apóstol enseña que la libertad que nos ha sido dada con la muerte y la resurrección de Jesucristo es para cada uno de nosotros una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles. No se trata de una exhortación opcional, sino que condiciona de la autenticidad de la fe que profesamos.

El libro del Eclesiástico viene otra vez en nuestra ayuda: sugiere acciones concretas para apoyar a los más débiles y también utiliza algunas imágenes evocadoras. En un primer momento toma en consideración la debilidad de cuantos están tristes: «No evites a los que lloran» (7,34). El período de la pandemia nos obligó a un aislamiento forzoso, incluso impidiendo que pudiéramos consolar y permanecer cerca de amigos y conocidos afligidos por la pérdida de sus seres queridos. Y sigue diciendo el autor sagrado: «No dejes de visitar al enfermo» (7,35). Hemos experimentado la imposibilidad de estar cerca de los que sufren, y al mismo tiempo hemos tomado conciencia de la fragilidad de nuestra existencia. En resumen, la Palabra de Dios nunca nos deja tranquilos y continúa estimulándonos al bien.

9. “Tiende la mano al pobre” destaca, por contraste, la actitud de quienes tienen las manos en los bolsillos y no se dejan conmover por la pobreza, de la que a menudo son también cómplices. La indiferencia y el cinismo son su alimento diario. ¡Qué diferencia respecto a las generosas manos que hemos descrito! De hecho, hay manos tendidas para rozar rápidamente el teclado de una computadora y mover sumas de dinero de una parte del mundo a otra, decretando la riqueza de estrechas oligarquías y la miseria de multitudes o el fracaso de naciones enteras. Hay manos tendidas para acumular dinero con la venta de armas que otras manos, incluso de niños, usarán para sembrar muerte y pobreza. Hay manos tendidas que en las sombras intercambian dosis de muerte para enriquecerse y vivir en el lujo y el desenfreno efímero. Hay manos tendidas que por debajo intercambian favores ilegales por ganancias fáciles y corruptas. Y también hay manos tendidas que, en el puritanismo hipócrita, establecen leyes que ellos mismos no observan.

En este panorama, «los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 54). No podemos ser felices hasta que estas manos que siembran la muerte se transformen en instrumentos de justicia y de paz para el mundo entero.

10. «En todas tus acciones, ten presente tu final» (Si 7,36). Esta es la expresión con la que el Sirácida concluye su reflexión. El texto se presta a una doble interpretación. La primera hace evidente que siempre debemos tener presente el fin de nuestra existencia. Acordarse de nuestro destino común puede ayudarnos a llevar una vida más atenta a quien es más pobre y no ha tenido las mismas posibilidades que nosotros. Existe también una segunda interpretación, que evidencia más bien el propósito, el objetivo hacia el que cada uno tiende. Es el fin de nuestra vida que requiere un proyecto a realizar y un camino a recorrer sin cansarse. Y bien, la finalidad de cada una de nuestras acciones no puede ser otra que el amor. Este es el objetivo hacia el que nos dirigimos y nada debe distraernos de él. Este amor es compartir, es dedicación y servicio, pero comienza con el descubrimiento de que nosotros somos los primeros amados y movidos al amor. Este fin aparece en el momento en que el niño se encuentra con la sonrisa de la madre y se siente amado por el hecho mismo de existir. Incluso una sonrisa que compartimos con el pobre es una fuente de amor y nos permite vivir en la alegría. La mano tendida, entonces, siempre puede enriquecerse con la sonrisa de quien no hace pesar su presencia y la ayuda que ofrece, sino que sólo se alegra de vivir según el estilo de los discípulos de Cristo.

En este camino de encuentro cotidiano con los pobres, nos acompaña la Madre de Dios que, de modo particular, es la Madre de los pobres. La Virgen María conoce de cerca las dificultades y sufrimientos de quienes están marginados, porque ella misma se encontró dando a luz al Hijo de Dios en un establo. Por la amenaza de Herodes, con José su esposo y el pequeño Jesús huyó a otro país, y la condición de refugiados marcó a la sagrada familia durante algunos años. Que la oración a la Madre de los pobres pueda reunir a sus hijos predilectos y a cuantos les sirven en el nombre de Cristo. Y que esta misma oración transforme la mano tendida en un abrazo de comunión y de renovada fraternidad.

Roma, en San Juan de Letrán, 13 de junio de 2020, memoria litúrgica de san Antonio de Padua.

Francisco

No vale decir: “Siempre se ha hecho así”

Talentos

Un comentario a Mt 25, 14-30 (XXXIII Domingo ordinario, 15 de noviembre del 2020)

Talentos

Leemos hoy otra parábola con la que Jesús explica como funciona el Reino de los cielos, es decir, como vivir nuestra vida conforme a la voluntad de Dios.

Si el domingo pasado, la parábola de las diez jóvenes que esperaban al esposo en la noche nos invitaba a estar siempre vigilantes y a preparados para recibir a Dios que se presenta en el momento menos pensado, en la parábola de hoy nos avisa que el Reino de los cielos no es para los perezosos y pasivos, sino que requiere creatividad y audacia, para aprovechar los dones que cada uno de nosotros ha recibido. No se trata solo de “no hacer el mal”, sino de hacer todo el bien que sea posible.

Al leer esta parábola me he acordado del llamado que el papa Francisco ha hecho en su encíclica Evangelii Gaudium a una profunda renovación misionera en la Iglesia:

“La pastoral en clave de misión pretende abandonar el cómodo criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades. Una postulación de los fines sin una adecuada búsqueda comunitaria de los medios para alcanzarlos está condenada a convertirse en mera fantasías” (EG 33).

Me parece que este criterio que el Papa aplica a la vida de la Iglesia es perfectamente aplicable a la vida de cada uno de nosotros. Se nos invita a no caer en la pasividad y la pereza, sino a ejercitar los dones que todos tenemos. No vale compararse con otros supuestamente más inteligentes, más fuertes o más preparados. Todos tenemos suficiente inteligencia, capacidad y preparación para hacer algo bueno. Pues pongámonos a ello, seguros que la experiencia de hacer el bien nos hará cada vez más capaces de aumentar ese bien.

Podemos preguntarnos:

¿Me conformo con una vida personal rutinaria y pasiva o procuro mejorarla continuamente a partir de los dones que tengo, sin refugiarme en una supuesta incapacidad o impreparación? ¿Ante los problemas en mi familia o en mi trabajo, me conformo con una resignación pasiva o me pregunto qué puedo hacer para resolverlos, sabiendo que hace más por la luz quien enciende un fósforo que quien se queja de la oscuridad?

Haz el bien que puedas y verás que tu capacidad de hacer el bien (y de ser feliz con ello) se irá multiplicando.

P. Antonio Villarino

Bogotá